El retrato del poeta Alonso de Ercilla y Zúñiga, obra de Doménikos Theotokópoulos, (1541-1614), más conocido como el Greco del año 1585 y con unas dimensiones de 44,3 x 41,5 cm. Actualmente se encuentra en Museo de La Hermitage san petersburgo _ Rusia
Desde sus comienzos en Italia, el Greco fue un retratista y durante todo el periodo español sus retratos están llenos de maestría. No hay duda que la composición y el estilo están aprendidos de Tiziano, la colocación de la figura, normalmente de medio cuerpo y los fondos neutros. Sus mejores retratos, ya en su madurez en Toledo, siguen estos criterios.
Era capaz de representar los rasgos del modelo y de transmitir su carácter. Sus retratos, menores en número que sus pinturas religiosas, son de una altísima calidad. Wethey dice que «por medios simples, el artista creaba una memorable caracterización que le coloca en el más alto rango de los retratistas, junto a Tiziano y Rembrandt».
Se presenta la relación que El Greco estableció con la familia Covarrubias. De ella formaron parte Diego de Covarrubias y su hermano Antonio, amigos del pintor y retratados en sus cuadros, que destacaron en las Letras y sobresalieron como juristas y burócratas al servicio de Felipe II al tiempo que establecían una política matrimonial familiar que los vincularía directamente con las Indias.
Diego y Antonio Covarrubias se integraban en un grupo de intelectuales del que también formaban parte El Greco y otros humanistas griegos vinculados a la Corte de Felipe II, y que sería un apoyo fundamental en la pretensión del pintor por ganarse el favor real. Ese ambiente cultural contrasta con los valores éticos propios de la élite colonial de frontera en la que se integraron los miembros chilenos de la familia Covarrubias, que quedó reflejado en la Araucana de Alonso de Ercilla, cuyo retrato también se atribuye al Greco.
En esta obra, tradicionalmente considerado el escritor Alonso de Ercilla y Zúñiga (Madrid, 1533-1594), Su agudo espíritu de observación y amplio conocimiento de la vida los adquirió en sus continuos viajes por Europa como paje de príncipe Felipe y del séquito del emperador Maximiliano.
En 1554 estaba en Inglaterra con motivo del matrimonio de Felipe II con María Tudor. Contrariado por un amor no correspondido, ansiaba distracción en una aventura lejana, cuando los excitantes relatos de Jerónimo de Alderete sobre Chile, sus pobladores, la violencia de la guerra de Arauco y la noticia de la muerte de Pedro de Valdivia lo tentaron a correr la aventura, obteniendo licencia para ir a pelear al Perú y Chile.
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