"Charlotte du Val d’Ognes", obra de Marie-Denise Villers (1774–1821) de 1801, con unas dimensiones de 161.3 × 128.6 cm en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York _ Estados Unidos.
Aunque en un principio esta obra fue atribuida a Jacques-Louis David, más tarde se constató por el Charles Sterling (un hito en el campo de los pintores de historia del arte) que su autora era Marie-Denise Villers. Se cree que podría tratarse de un autorretrato de la artista.
Charles Sterling busca en el catálogo del Salón de París, y nota que allí expuso una desconocida discipula de David llamada Constance Marie Charpentier. Sigue indagando y descubre un recorte de prensa de la época en donde se describe que un cuadro con “una joven mujer completamente en sombras” le valió a Charpentier una medalla de oro en la exposición. Y es por ello que concluye, sin lugar a dudas, que la obra no pertenece a David, sino a su discípula.
La pintura Madame Charlotte du Val d’Ognes posee una técnica inigualable. La escena interior, y la luz de la ventana, en combinación con los pliegues del vestido crean una atmosfera relajada y pura. Charlotte posee un nivel de detalles que sólo pueden ser producto de la escuela de David; y son éstos mismos los que contrastan con lo plano y monótono del muro de fondo y nos dan una obra soberbia.
Destaca la utilización de la luz que entra por la ventana y que “baña” su vaporoso vestido blanco, que contrasta con el paño rojo sobre el que está sentada la artista.
A través de la ventana rota vemos un edificio bajo un cielo neutro y una pareja de enamorados cortejándose en el borde de un puente. Algunos autores han querido ver en este cristal roto una alegoría de la fragilidad del amor.
Marie-Denise Villers ha omitido cualquier referencia decorativa y espacial interior que pueda desviar la mirada del espectador hacia cualquier otro lugar que no sea la muchacha, especialmente sus grandes ojos penetrantes y tristes.
Para algunos estudiosos este vacío sirve para expresar las ideas de la pintora sobre el papel social de la mujer, que para ella debía de estar alejado del sometimiento a los hombres -representado en la escena del cortejo tras la ventana- y ser las dueñas de su propio destino haciendo y experimentando cosas por su propia cuenta, como por ejemplo pintar, que es lo que está haciendo la artista en ese momento.