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El corcel dorado es una obra maestra de la orfebrería parisina de comienzos del siglo XV, en el estilo denominado gótico internacional.
La pieza fue encargada por Isabel de Baviera-Ingolstadt para su esposo Carlos VI de Francia, y fue ofrecida al rey como regalo, el día primero de enero de 1405. Unos meses más tarde el rey se la cede a su cuñado el duque Luis VII de Baviera-Ingolstadt, quien la donó a la iglesia de Santa María de Ingolstadt. En 1509 fue transferida al tesoro de la iglesia de San Felipe y Santiago de Altötting, donde aún permanece. Fue una de las piezas principales de la exposición temporal Paris 1400.
El Corcel Dorado de 1405
Sus dimensiones son 62 cm de altura, 45 cm de anchura y 27 cm de profundidad. Posee una composición piramidal, de carácter religioso, desarrollando una progresión ascensional desde el mundo profano inferior hasta el mundo superior con motivos celestiales.
La escena principal se sitúa sobre una plataforma sostenida por cuatro gruesas columnas, a la que se accede por dos estrechas escaleras, formada cada una por dos tramos perpendiculares separados por un rellano.
Detalle del rey Carlos VI
Al pie del estrado, el rey Carlos VI, con armadura y cubierto de una corta hopalanda azul cubierta de flores de lis en oro, está arrodillado sobre un cojín ante un reclinatorio, de perfil al espectador. La arquitectura está realizada en oro; los rostros de los personajes, sus vestiduras, el caballo y el cordero en oro esmaltado; las armaduras y algunos otros elementos, en plata. El esmalte blanco sobre altorrelieve de oro es característico de la orfebrería parisina de finales del siglo XIV y comienzos del XV, su época de apogeo. La riqueza de la representación y el realismo con el que se tratan personas y animales, son excepcionales.
El convento de San Esteban es un convento dominico situado en la ciudad de Salamanca _ España. Los dominicos se instalaron en Salamanca entre 1255 y 1256. En el actual solar del convento, ocupado por la iglesia parroquial de San Esteban, levantaron el primitivo convento, luego destruido para construir el actual, en 1524 por iniciativa del cardenal fray Juan Álvarez de Toledo.
El convento de San Esteban
Su construcción se extendió hasta 1610, participando en ella Fray Martín de Santiago, Rodrigo Gil de Hontañón, Juan Ribero de Rada y Pedro Gutiérrez. No obstante, la planta y diseño son de Juan de Álava, quien comienza la obra en 1524, como demuestra el plano conservado de este mismo maestro. Rodrigo Gil de Hontañón se ocuparía del crucero con el cimborrio y de la cabecera. Aunque se le considera un excelente ejemplo del estilo plateresco, lo prolongado de sus fases constructivas explica la mezcla de estilos que van desde el gótico final hasta el barroco, estilo éste poco apreciable en su arquitectura pero bien presente en el retablo mayor, obra de José de Churriguera.
Detalle de la fachada de El convento de San Esteban
La parte superior de la fachada, más renacentista, separada de la inferior por unos finísimos relieves, se centra en torno a un Calvario debido a la mano de Ceroni. Nos encontramos ante una obra maestra en la que se combinan sin fricciones estridentes de estilo los arcos renacentistas, los doseles flamígeros del gótico, con los grutescos y medallones característicos del mejor renacimiento español.
La obra maestra de Antonio Ceroni
En el centro se destaca el martirio de san Esteban, titular de la iglesia, obra de Juan Antonio Ceroni, de principios del s. XVII; esta representación es como el núcleo central alrededor del cual convergen, sirviéndole de cortejo triunfal, estatuas de santos y beatos, en su mayoría de la Orden dominicana.
Toda la fachada constituye un verdadero tapiz renacentista realizado en piedra y enmarcado bajo un gran arco triunfal, cuya bóveda de medio cañón lleva una decoración en artesonado de estilo milanés.
Arco triunfal, obra de Fray Martin de Santiago,
El Arco triunfal se inició hacia 1528 y se concluyó en 1544. Su autor fue Fray Martín de Santiago, religioso de este convento. La portada de la iglesia es uno de los más bellos ejemplos de plateresco. Está concebida como portada-retablo formando un arco de triunfo bajo cuya bóveda de medio cañón se despliega la abundante decoración característica del estilo.
Uno de los más bellos ejemplos de plateresco
Este claustro consta de dos pisos. El inferior está diseñado para celebrar en él procesiones, por eso es amplio y está bellamente decorado. El piso superior tiene un fin más funcional, pues sirve para comunicar diferentes partes del convento. Aunque en él los frailes también pueden pasear, conversar y orar. Podríamos decir que si el piso inferior está pensado para la oración comunitaria: las procesiones, el superior es un lugar de encuentro personal con Dios y con los hermanos.
"Las Musas", obra de Maurice Denis, de 1893, con unas dimensiones de 171,5 x 137,5 cm. Está en el museo de Orsay, Paris _ Francia
Maurice Denis, hombre polifacético, pues fue pintor frances, grabador, decorador y teórico del arte. Perteneciente al grupo de artistas conocidos como los nabis (en hebreo, profetas), del que fue el propagandista más importante. Además, Denis se convirtió en un gran seguidor de la obra de Paul Gauguin.
Este grupo, disuelto definitivamente en 1900, estaba influenciado por la fuerte personalidad pictórica de Gauguin, que fue el maestro y modelo a seguir: lo consideraban el mayor de los pintores. De igual manera, buscaban una pintura primitiva y simbólica inspirada en el uso expresivo del color.
En este lienzo, el artista configura el espacio con la imagen de un bosque sumamente estilizado. Un tipo de representación que aparece en otras dos obras suyas, "La lucha de Jacob con el ángel", de la colección Joséfowitz, y "Las hojas de Kerduel", del Musée d'Orsay, pintadas también en el mismo año.
"Las Musas", obra de Maurice Denis
Bajo los rasgos de mujeres con ropa contemporánea, Maurice Denis actualiza el tema procedente de la mitología clásica, aquel de las musas inspiradoras de las artes y las ciencias. Pero lo transforma rotundamente. Las musas carecen de los atributos tradicionales que permiten identificarlas.
El juego gráfico de las líneas y de los entrelazos está intensificado por los colores otoñales e irreales, aplicados en llano y silueteados. El espacio, sin profundidad, es el de un "bosque sagrado", teatro de una revelación y de una misteriosa comunicación de los personajes con la naturaleza y con potencias supranaturales. Una enigmática décima musa en el plano de fondo (cuando tan sólo son nueve tradicionalmente), con el brazo levantado hacia la claridad del cielo, acude para convencernos.
Marthe, la mujer de Maurice Denis
Reconocemos, en el grupo de tres mujeres sentadas en el primer plano, la figura de Marthe, con quien el pintor se casó, en junio de 1893 y que inspirará su arte hasta su muerte. Siguiendo un proceso muy preciado por el artista, está representada dos veces: de perfil en rojo y de espaldas, en la silla.
Maurice Denis ha situado la escena en la terraza de Saint-Germain-en-Laye, ciudad donde residió toda su vida. Los castaños centenarios sintonizan la composición y le proporcionan su potencia decorativa. La escansión de los troncos de árboles es el pretexto para juegos de líneas verticales que contrastan con las curvas y los arabescos ornamentales de las ramas, de las hojas que cubren el suelo, de los motivos y de los pliegues de los vestidos.
Aunque se conozca como Bote de Zamora, se trata de un marfil califal que, gracias a la inscripción, podemos datar perfectamente. En ella se habla de un regalo del califa Al-Hakem II a su favorita, Sub (Aurora, pues se trataba de una antigua cristiana), madre de sus principales hijos.
La pieza fue encontrada en las cercanías de la ciudad de Córdoba, más concretamente en la antigua ciudad de Medina Al- Zahara. El hecho de que el bote reciba el nombre de Bote de Zamora o Píxide de Zamora está relacionado con su autor, de éste tan solo sabemos que se le conocía como Maestro de Zamora y que en torno a la década de los sesenta trabajaba en el Califato de Córdoba. Además el bote formó parte durante muchísimo tiempo del tesoro de la Catedral de Zamora.
Bote de Zamora en el Museo Arqueológico Nacional ubicado en Madrid.
Pero sin duda el Bote de Zamora es uno de los ejemplos mejor conservados y más valorados de este tipo de objetos. Su composición recuerda a las formas arquitectónicas: en el cuerpo del bote dos franjas a modo de imposta enmarcan un espacio trabajado con relieves de gran finura y delicadeza; mientras la tapa está dividida en dos partes bien diferenciadas, la inferior en la que se encuentra la inscripción y la superior en la que se repite una zona de rieles que están coronados por una pequeña bolita que sirve como pomo de apertura.
Vista superior de Bote de Zamora
Los relieves se trabajan a bisel originando bellísimos claroscuros que contrastan con la blancura del marfil y la elegancia de las formas. El tema representado son elementos vegetales, plantas cuyo tallo emerge de manera vertical mientras que las ramas y hojas se extienden perpendiculares al tallo- se los ha identificado como árboles de la vida-, entre el follaje diversos animales pastan con tranquilidad. En la tapa encontramos pequeñas parejas de palomas enfrentadas que se repiten en el cuerpo del bote, éste está además completado por figuras de cervatillos y pavos reales. El maestro ha optado por representar los animales con gran realismo mientras que en las formas vegetales se permite licencias más fantasiosas.
Hoy el Bote de Zamora se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional ubicado en Madrid.
La cartuja de Pavía es un monasterio italiano situado cerca de la pequeña localidad de Certosa di Pavia, a unos 8 kilómetros al norte de la ciudad de Pavía, Lombardía_ Italia. Data de 1396 - 1465 y representa uno de los más importantes monumentos del gótico tardío italiano.
La construcción de la cartuja de Pavía fue decisión de Gian Galeazzo Visconti, que inauguró los trabajos el 27 de agosto de 1396, poniendo la primera piedra, como documenta un bajorrelieve en la fachada. La posición era estratégica: a medio camino entre Milán, capital del ducado, y Pavía, la segunda ciudad en importancia, donde había crecido el duque y donde tenía su sede la corte, en el espléndido castillo de los Visconti
La cartuja de Pavía
La cartuja es conocida por su exuberante arquitectura, tanto en estilo gótico como renacentista, y por su colección de obras de arte que son particularmente representativas de la región.
El portal de estilo clasicista es obra de Benedetto Briosco (1501). Tiene un gran arco de forma clasicista que descansa sobre columnas corintias pareadas cada una de ellas coronada por una cornisa fuertemente modelada sobre la que descansa el arco, derivándose la construcción de los clásicos, usado por Brunelleschi, y empleado aquí para un efecto más marcado y sorprendente. La decoración es en bajorrelieve ilustrando la Historia de la cartuja. Sobre el arco central hay un balcón cubierto de tres arcos, sobre el cual se abre la ventana central.
Detalle de la espectacular fachada
La Cartuja es importante no sólo por su arquitectura sino también por la decoración escultórica y pictórica del conjunto: la obra que en origen se planteó con una decoración mucho más modesta es a día de hoy una de las mejores obras de arquitectura lombarda, cubierta completamente por relieves, esculturas exentas y ricos adornos; además el templo presenta algunos de los conjuntos escultóricos más exquisitos con distintas texturas y complicados juegos lumínicos.
Detalle de los conjuntos escultóricos más exquisitos
La iglesia está construida con planta de cruz latina, con una nave central, dos laterales y transepto, típico de la arquitectura gótica. Está inspirada, en una escala reducida, por el Duomo de Milan. Las bóvedas están alternativamente decoradas con formas geométricas y cielos estrellados. El transepto y la capilla principal acaban con capillas de plano cuadrado con ábsides menores, semicirculares, en tres lados.
Coro de La cartuja de Pavía
La iglesia no sólo fue concebida como templo del convento sino también como un gran mausoleo familiar para los Visconti, como he mencionado al principio, el monumento funerario de Ludovico el Moro y Beatriz d'Este, de un realismo sobrecogedor, realizado por Cristoforo Solari en 1497.
Sin embargo, este no era el lugar elegido finalmente por los esposos para su descanso eterno, sino Santa María della Grazie, en Milán, donde Leonardo había terminado el fresco de la Última Cena.
Detalle de la fachada de la Cartuja de Pavía
Ludovico y Beatriz se casaron en 1491; la duquesa, muy culta, sumamente inteligente y con gran habilidad política, potenció las artes y el conocimiento, además de realizar una gran labor diplomática en apoyo de su esposo. Sin embargo, en 1497, a los veintidos años de edad, falleció durante el parto de un niño, que nació muerto.
Beatriz fue enterrada en Santa María della Grazie, pero no en el monumento concebido por Solari, que, debido a las necesidades de fondos de Santa María fue vendido en 1564 a la Cartuja de Pavía.
Así como para mostramos que no siempre los planes se cumplen, el monumento más admirado de la Cartuja es, en realidad, una tumba vacía, ocupada, tal vez, por los espíritus de Ludovico y Beatriz, al fin unidos para siempre.
“Niña huérfana en el cementerio", obra de Eugène Delacroix, entre 1823-1824, con unas dimensiones 66 x 54 cm, en el Museo del Louvre _ París.
Eugène Delacroix (Charenton-Saint-Maurice 1798 – París 1863) fue el artista más representativo de la pintura romántica. Pinta de forma apasionada escenas dominadas por una poderosa imaginación, haciendo estallar la jerarquía de los géneros por la intrusión de escenas de masacre o de horror, y la composición clásica por la violenta utilización de los colores, lo cual acentúa aún más su dramatismo. Delacroix, escribe Baudelaire “era una mezcla curiosa de escepticismo, cortesía, dandismo, voluntad ardiente, astucia, despotismo, y, en fin, una especia de bondad particular y de ternura moderada que acompañan siempre al genio.
Delacroix hace que el contraste entre la figura y el fondo sea muy marcado, para darle protagonismo a la chica. El cuerpo de ella está perfectamente delineado, mientras que el paisaje es básicamente un boceto. Aún así, el artista ha tenido la precaución de pintar las cruces bien negras y las lápidas bien blancas, para que no se nos pase por alto que se trata de un cementerio.
"Niña huérfana en el cementerio", obra de Eugène Delacroix
Delacroix hace un estudio para una de sus obras maestras: “La matanza de Quíos”, un enorme lienzo que denuncia la masacre cometida contra la población griega de la isla de Quíos por parte de las tropas otomanas en 1822, durante la guerra de la independencia. A pesar de no ser más que un estudio, la intensidad y perfección con que está pintado el retrato de esta niña lo convierten en una obra maestra.
No sabemos qué ha sucedido. El hecho de que la niña esté mirando hacia la derecha, a un punto que queda fuera del marco, excita nuestra curiosidad. La criatura está a punto de echarse a llorar. La mirada intensa y desconcertada, la boca entreabierta, la mano caída sobre su regazo, la camisa blanquísima y la ligera torsión del cuerpo, como si acabase de girarse hacia algo o alguien, hacen que veamos en ella una figura inocente y vulnerable. A los pintores románticos les apasionaba representar las pasiones y los sentimientos del ser humano. Y la verdad es que aquí, Delacroix, destacó sus máximas características.
“La matanza de Quíos”, obra de Eugène Delacroix,
Delacroix no sólo se convirtió con el paso del tiempo en el gran representante del Romanticismo, sino que fue el gran referente tanto para sus contemporáneos que se rindieron a su genialidad, como para las futuras generaciones que encontraron en él el gran apoyo para cambiar la escena artística posterior. Y es que Eugéne siempre se debatió entre la tradición y el clasicismo, pero con el constante deseo de hallar, tras las apariencias, la realidad.
Sintió pasión por su trabajo y así definía lo que buscaba, “El mérito de una pintura es producir una fiesta para la vista. Lo mismo que se dice tener oído para la música, los ojos han de tener capacidad para gozar la belleza de una pintura”.
Belleza, sensualidad, fuerza, color, observación y control definen a la perfección toda su obra, hablar de Delacroix es hablar del gran revolucionario, del gran precursor, pero también del espejo donde mirarse de grandes generaciones posteriores.
Bibliografía: Jacques Lassaigne- Maestros de la Pintura
El Moisés, obra de Miguel Ángel, entre 1513-1515, con unas dimensiones 235 c, en San Pietro in Vincoli, Roma _Italia
La propia historia del sepulcro parece casi una crónica de sucesos: en 1505, poco después de concluir el David, Miguel Ángel elaboró un ambicioso proyecto de mausoleo pontificio en el que a la estatua de Moisés le correspondería un lugar en el piso intermedio de los tres niveles de los que constaría la obra, que debía tener un total de 47 esculturas. Sin embargo la aprobación de la idea se fue demorando; parece que hubo intrigas palatinas al respecto surgidas de Bramante, quien no quería desviar fondos a la construcción del sepulcro, ya que impedirían financiar las obras de la propia basílica de San Pedro.
El Moisés, obra de Miguel Ángel
Llegados a estas alturas Julio II falleció en 1513 y Miguel Ángel debió acordar las trazas definitivas de la obra con sus herederos, lo que condujo a sucesivas modificaciones. De este modo no se firmó un contrato formal hasta 1532 (17 años después de haber esculpido el Moisés) y el sepulcro no estuvo concluido hasta 1545. Para entonces su ubicación había quedado en la iglesia citada y la tumba se concebía ahora adosada a la pared, mucho menos majestuosa, de menor envergadura y con una sensible reducción del número de esculturas que la componían, hasta tal punto que sólo una de ellas resulta de la mano de Miguel Ángel.
El Moisés en el San Pietro in Vincoli, Roma _Italia
La relevancia de los detalles del cuerpo y de los pliegues de los ropajes, que provocan cierta tensión psíquica, se puede apreciar estudiando minuciosamente la escultura: la protuberancia de los músculos, la hinchazón de las venas, las grandes piernas, pesadas al empezar a moverse. Tal y como afirma un escritor, si este titán se levantara, el mundo se rompería en pedazos.
Detalle de la protuberancia de los músculos
Miguel Ángel lleva la cólera sagrada de Moisés hasta su punto más álgido. Sin embargo, la contiene, puesto que los pasionales seres del artista tienen prohibida la liberación de sus energías. Es una representación neoplatónica, la parte derecha está estable, es la parte divina, por donde le viene la inspiración, en contraposición la parte izquierda es la parte por donde le viene el peligro y el mal. Está tenso, viendo como su pueblo ha caído en la idolatría.
Detalle de la mirada del Moisés
Tiene cuatro elementos neoplatónicos, la tierra, representada en la pierna con los pliegues de la ropa a modo de cueva. El aire cuando respira, se percibe en las aletas de su nariz, que se expanden. El agua representada en sus barbas a modo de cascada. El fuego representados con esos "cuernos" (en pintura era fácil de representar, con una luz detrás del personaje, pero en escultura tuvo que emplear este artificio). La sangre fluye de manera contenida, parece que está a apunto de estallar y empezar a gritar, frunce el ceño, su psique se puede captar a través de su gesto y su mirada,podemos ver su pensamiento, es un trabajo psicológico muy estudiado.
Miguel Ángel pensaba que el Moisés era su creación más realista. La leyenda cuenta que, al acabarlo, el artista golpeó la rodilla derecha de la estatua y le dijo "¿por qué no me hablas?", sintiendo que la única cosa que faltaba por extraer del mármol era la propia vida. En la rodilla se puede encontrar la marca de Miguel Ángel al golpear a su Moisés.
El Alcázar de Segovia es uno de los monumentos más destacados de la ciudad de Segovia _ España. Es uno de los castillos-palacio más distintivos en España y toda Europa en virtud de su forma de proa de barco. El Alcázar fue construido originalmente como una fortaleza, pero ha servido como un palacio real, una prisión estatal, un centro de artillería y una academia militar desde entonces.
La sala La Galera o de los Embajadores
Actualmente se utiliza como museo y posee una exhibición de archivos militares. Muchos hechos históricos han ocurrido entre sus muros y muchos personajes importantes han paseado por sus salones. Uno de estos salones se llama La Sala La Galera y en este castillo contrajeron matrimonio el rey Felipe II con su cuarta esposa Ana de Austria en 1570. En el Alcázar fue recibido por los reyes Isabel y Fernando, Cristóbal Colón, aquí se alojó Jorge Manrique, poeta autor del bello poema "Coplas por la muerte de mi padre".
La coronación de la reina Isabel la Católica, obra de Carlos Muñoz de Pablos
La sala La Galera o de los Embajadores, conocida con este nombre por el artesonado que fue pasto de las llamas en 1862 y que recordaba el casco de un buque invertido. Es una gran sala rectangular de 21,5 x 8 metros. En esta sala esperaban los embajadores a ser recibidos por el rey y también era usada como salón de ceremonias y antesala del Trono. Destaca un gran mural realizado en la década de los ochenta del siglo XX, que representa la coronación de la reina Isabel la Católica el 13 de diciembre de 1474. La coronación de Isabel I tuvo lugar en la Iglesia de San Miguel de Segovia; y salió de este Alcázar para ser coronada donde se encontraba en el momento de la muerte de su hermanastro.
Detalle de una vidriera, obra de Carlos Muñoz de Pablos,
Los personajes retratados son verdaderos rostros de segovianos que en el momento de la pintura destacaban en el mundo de las artes y las letras y eran por todos conocidos. Abierto en el muro formando parte de la pintura mural una puerta comunica con la Sala de Piñas. El mural es obra del pintor segoviano Carlos Muñoz de Pablos, quien además fue el encargado de realizar la mayoría de las vidrieras que decoran las ventanas.
Detalle del techo en El Alcázar de Segovia
La techumbre es de principios del siglo XX pero es copia exacta de la original que desapareció en el incendio de 1862. Por debajo de la techumbre corre un gran friso mudéjarde yeserías formado por tres líneas, la central adornada con un grupo de figuras geométricas y escudos heráldicos.
Friso mudéjarde yeserías formado por tres líneas
La Sala de los Reyes, toma su nombre de la serie iconográfica de reyes españoles que decora la sala en su parte alta. Fue comenzada en tiempos del rey Alfonso X el Sabio (entre 1252-1284) aunque su configuración definitiva y su terminación fue en 1596 con el rey Felipe II.
Sala de los Reyes en El Alcázar de Segovia
Cuatro ventanas iluminan su interior, en uno de los balcones hay marcada una cruz ya que según la leyenda desde ese balcón cayó accidentalmente al precipicio el hijo del rey Enrique II, el infante don Pedro. También en esta sala se conservaba la sarga pintada con escenas de la batalla de Higueruela y que sirvió de modelo para pintar el fresco que hoy día puede verse en la sala de las batallas delMonasterio del Escorial. En la actualidad esta sarga se ha perdido sin saber exactamente que fue de ella.
Detalle los reyes astures, leoneses y castellanos-leoneses
La sala se cubre con un artesonado a base de hexágonos y rombos con una gran piña central. Por debajo del artesonado corre un friso formado por cincuenta y dos tallas policromadas de los reyes astures, leoneses y castellanos-leoneses desde Pelayo hasta Juana la Loca. Todas las figuras aparecen en posición sedente, todas bajo doseletes dorados rematados por blasones reales. Los reyes aparecen con su nombre, los atributos por los que son conocidos y bajo ellos una pequeña biografía de los mismos.
"El archiduque Alberto de Austria" es obra de Pedro Pablo Rubens y Jan Brueghel el Viejo, de 1615, con unas dimensiones de 113,5 cm x 177,5 cm en la Fundación Carlos de Amberes de Madrid, Maestros Flamencos y Holandeses _ España
Rubens y su amigo Jan Brueghel el Viejo trabajaron juntos en varios cuadros para los archiduques Alberto e Isabel Clara Eugenia, príncipes soberanos de los Países Bajos meridionales, durante uno de los periodos en los que este territorio conoció un mayor desarrollo. Ambos artistas expresaron en sus colaboraciones la riqueza, exuberancia y el progreso de la tierra flamenca, en pinturas de fuertes connotaciones políticas. En este cuadro, Rubens pintó los retratos y Brueghel incorporó el paisaje y las residencias dinásticas de Tervuren y Mariemont, subrayando así la unión de los gobernadores con sus territorios. Los cuadros fueron propiedad de don Rodrigo Calderón, un personaje destacado de la corte de Felipe III, y pasaron tras su muerte en 1621 al poder de Felipe I.
El archiduque Alberto de Austria
El paisaje flamenco de la segunda mitad del siglo XVI seguía unas convenciones basadas más en la imaginación que en la observación de la realidad. El asedio de Amberes en la larga guerra con España, motivó la emigración de muchos paisajistas al norte de los Países Bajos, y estableció un intercambio de técnicas y tradiciones con la pintura holandesa. De esta influencia se nutriría el paisaje holandés del siglo XVII, época en que este género de pintura se convirtió en un clásico de la escuela holandesa. En esos años, Holanda conseguiría su independencia de la corona española, y sus paisajistas descubrirían el valor de las vistas de su país.
La Infanta Isabel Clara Eugenia
Jan Brueghel nunca emigró hacia el norte, y su pintura estuvo ligada a la vida de corte del archiduque español en Flandes. Trabajó dentro de las convenciones formales del paisaje flamenco del siglo XVI, pero fue un importante innovador en los temas, introdujo nuevos motivos que tendrían después una larga tradición como el paisaje fluvial, el camino en el bosque, la parada delante de la posada o las escenas portuarias.
"Juicio Universal", obra de Beato Angélico, de 1432-35, con unas dimensiones de 105 x 210 cm, ubicado en el Convento de San Marcos de Florencia _ Italia
Fra Angelico siguió el referente del Juicio Universal de la iglesia de Santa María degli Angeli en esta representación de su última obra, el Armario de la Plata. Aunque la composición es la nota más acusada, aquí no se consigue la gran sensación espacial que hay en aquél. La obra tiene su eje estructural en el Dios del Juicio que figura en el ámbito celeste, en la parte superior.
"Juicio Universal", obra de Beato Angélico
La estructura de madera de la tabla donde figura el Juicio Universal no sigue ni la típica forma de trípticos de la tradición tardogótica ni se compone como un retablo renacentista al uso. Hacia 1431, Ambrogio Traversari fue elegido abad de los camaldulenses de Florencia. Fue posiblemente entonces cuando encargó esta tabla a Fra Angélico, para la iglesia de Santa María de los Ángeles, que servía como respaldo de un banco donde se sentaban los obispos. De ahí su inusual trazado.
La estructura de madera de la tabla
El artista representó el tema del Juicio Final, en el que destacan el fuerte efectismo perspectívico y las diferentes expresiones con que figura las estancias de los bienaventurados, a la izquierda, y los condenados, en la parte derecha. La composición se estructura a partir de la fuerte línea de fuga que señala un camino excavado de tumbas abiertas, con el sarcófago de Cristo en el primer plano y en sección horizontal. A la derecha del mismo, se sitúa el grupo de condenados, en una composición de enorme dinamismo y actitudes expresivas de dolor, confusión y miedo.
La zona de la derecha de la obra
La zona de la izquierda es mucho más tranquila y sosegada; algunos bienaventurados se abrazan y otros miran hacia el ámbito celeste con actitudes de reverencia, dando gracias a Dios Padre, estableciendo de esta forma relación con el grupo de arriba. Aquí se sitúa el Altísimo, en la intemporalidad de su posición, ricamente ornamentado en su mandorla mística de oropel y luz, que circundan ángeles músicos y cantores. Del grupo que centra la composición, situados en semicírculo sobre nubes que se adaptan a la estructura de la tabla, dos alas de santos sentados que acompañan el veredicto divino.
La zona de la izquierda de la obra
En los recuadros de los extremos de la zona terrena, el destino de los hombres: mientras los bienaventurados, en composición circular, vagan tranquilos en medio de un jardín de flores de minucioso detallismo, las escenas de dolor y lucha se apoderan de los presentados en las cavernas del infierno, a la derecha. La parte de la izquierda, representación del Paraíso prometido, es de colores armoniosos, luz aterciopelada y de delicada suavidad; por el contrario, representadas en muy primer plano, las imágenes de la parte derecha se componen con oscura luz y personajes amalgamados, reflejo de su sufrimiento.
Abajo, el Demonio, que devora a algunos hombres, ilustra el destino de los condenados. Algunos historiadores han señalado la colaboración del taller de Fra Angelico en la realización de esta obra. De cualquier manera, lo que queda patente es el acierto compositivo y estructural del artista para un argumento que debía de presentarse explícitamente.