"La gran ola de Kanagawa" es una famosa estampa japonesa del pintor japones Katsushika Hokusai, publicada entre 1830 y 1833, durante el período Edo de la historia de Japón y con unas dimensiones 24.6 × 36.5. Actualmente se encuentra en Museo bellas artes de Fuji de Tokio _ Japón
Treinta y seis vistas del monte Fuji es una serie Ukiyo-e compuesta de 46 Xilografías creadas por el artista japonés Katsushika Hokusai (1760–1849). La serie retrata al monte Fuji visto desde diversas perspectivas y bajo distintas estaciones del año y condiciones climáticas. Originalmente la serie estaba compuesta por 36 Xilografías, pero debido a su éxito, se incluyeron adicionalmente 10 más en una segunda publicación.
El monte Fuji causó una gran fascinación entre los artistas japoneses, pero tal vez ninguno logró retratarlo de forma tan magistral como Katsushika Hokusai. Su capacidad para dibujarlo todo quedó demostrada en los quince volúmenes de su Hokusai Manga (1814), si bien su gran especialidad fue el paisaje y durante toda su vida sintió una obsesión por la belleza del monte Fuji, al que dedicó muchos trabajos.
El nombre manga, en la obra de Hokusai, hace referencia a una colección de bocetos no conectados entre sí por ninguna historia, por lo que tienen una concepción diferente del cómic en el que se fundamenta el manga moderno. Cabe decir que la forma de trabajar, sobre papel transparente y llevado a cabo en varias fases, sí que tiene una similitud en la manera de elaborar el moderno cómic o manga.
No se sabe quienes fueron sus padres. Fue adoptado, desde muy temprana edad, por un prestigioso artesano de Edo, familiarmente conocido con el nombre de Nakajima Ise, —fabricante de espejos para la corte del shōgun con el que trabajó como aprendiz y del que posteriormente fue su legítimo heredero, hecho que hace pensar que, posiblemente, sea cierta la historia que explica que Hokusai era verdaderamente hijo de Nakajima,
La firma del pintor |
Hokusai trabajó hasta el último día de su existencia. Era un artista enérgico que se levantaba temprano y pintaba hasta la noche. Ésta había sido su forma de actuar durante toda su larga y productiva vida, y fue también la de sus años finales.
Los continuos cambios de domicilio de Hokusai (residió en más de 90 viviendas), e incluso los cambios de nombre, son elementos significativos del carácter del artista. Además de su nombre principal, Hokusai utilizaba otros dos seudónimos ocasionales, y alrededor de una veintena de nombres que, indistintamente, añadía a su nombre principal.
En el prefacio de la publicación de Cien vistas del Monte Fuji había escrito:.a la edad de cinco años tenía la manía de hacer trazos de las cosas. A la edad de 50 había producido un gran número de dibujos, con todo, ninguno tenía un verdadero mérito hasta la edad de 70 años.
A los 73 finalmente aprendí algo sobre la verdadera forma de las cosas, pájaros, animales, insectos, peces, las hierbas o los árboles. Por lo tanto a la edad de 80 años habré hecho un cierto progreso, a los 90 habré penetrado más en la esencia del arte. A los 100 habré llegado finalmente a un nivel excepcional y a los 110, cada punto y cada línea de mis dibujos, poseerán vida propia.
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Pese a sus deseos por seguir viviendo una década más, el día 18 del cuarto mes del calendario japonés del 1849, «el viejo loco por la pintura», como él mismo se definía, murió a los 89 años, sin haber satisfecho la búsqueda de la última verdad sobre la pintura.
El monte Fuji es un símbolo del Japón, una montaña sagrada desde el siglo VII. Existe una leyenda sintoísta que explica que el emperador ordenó destruir la parte superior de la montaña para conseguir el elixir de la inmortalidad, el humo que se escapa a veces por su cima, se explica que procede de la bebida que se está consumiendo.
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