martes, 10 de mayo de 2022

"Galarina", obra de Salvador Felipe Jacinto Dalí i Domènech

"Galarina", obra de Salvador Felipe Jacinto Dalí i Domènech del año 1945 y con unas dimensiones de 64 x 50 cm. Actualmente se encuentra en Fundació Gala-Salvador Dalí, Figueres _ España.



Dalí empieza a ejecutar Galarina en 1944 y no la termina hasta 1945, pintando, como él mismo relata, en jornadas de tres horas hasta finalizarla Coincide, además, con uno de los momentos más convulsos de la historia: el último año y medio antes de terminarse la Segunda Guerra Mundial. Es el  momento de cambio en el lenguaje del pintor.




Galarina es una de las piezas mejor documentadas de Dalí, precisamente por la estima que le tiene. Así, Dalí describe como sufre por no poder terminarla durante la guerra, sobre todo cuando los Estados Unidos bombardean Hiroshima el 6 de agosto de 1945.

Dalí parece encontrar la salvación en el estilo y la belleza eternas que destaca en el arte del Renacimiento y que valora en tantas ocasiones. La Fornarina de Rafael es un ejemplo claro de ello. Como el Cardenal Pietro Bembo hizo inscribir en el epitafio del pintor: "Aquí está Rafael; la gran madre de todas las cosas temió quedar vencida por él cuando vivía y morir si él moría."





El gran pintor Rafael siempre le dio dolores de cabeza a Salvador Dalí. No solo porque le costó su expulsión de la Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1926 cuando, tras sacar la bola del tema para su examen Rafael, pintor del Renacimiento, se enfrentó con el tribunal al grito de: “Yo sé más de Rafael que ustedes tres juntos. Me niego a contestar”. También, porque para Dalí el gran pintor de madonas del Renacimiento era uno de los más grandes (después de su estimado Vermeer, pero por delante de Velázquez y Leonardo), y lo convirtió en una gran fuente de inspiración: “Necesito el localismo de Portlligat como Rafael el de Urbino, para llegar a lo universal por el camino de lo particular”, dijo en 1950. Más tarde, en 1958, pese a su ego manifiesto, no le costó reconocer: “Soy un mal pintor. Si comparo mis telas con las del Renacimiento, con las de Rafael por ejemplo, me doy cuenta del desastre total de mi obra. Pero esto no impide que sea, gracias a mi estilo, uno de los mejores artistas actuales”. Todo eso, cómo no, acabó reflejado en obras como Galarina, el bello y sensual retrato de su amada Gala que vio la luz en 1945, del cual nunca se desprendió y que se conserva su museo de Figueres.




El 26 de noviembre de 2018 se presenta en el Teatro-Museo Dalí de Figueres la primera fase de la exposición Dalí/Rafael, una prolongada ensoñación, un proyecto acerca de la influencia de Rafael Sanzio (1483-1520) en Salvador Dalí (1904-1989). El punto de partida es la celebración del Bicentenario del Museo Nacional del Prado y su proyecto De gira por España,, que consiste en el préstamo de una pintura de su colección a un museo de cada comunidad autónoma del país.



Los pasos que Dalí emprende con las primeras obras de los años cuarenta para aproximarse al Renacimiento y al mundo clásico son todavía incipientes.  Adapta, sobre todo, la proporción y la composición general, es decir, la estructura profunda, que crea una sensación de armonía difícil de apreciar a primera vista. Pero, al mismo tiempo, la elección de la iconografía resulta más tradicional, ya que Dalí empieza a representar temas mitológicos y religiosos. Sin embargo, no es hasta 1945 cuando encontramos obras en las que el artista figuerense hace una excepción a la norma y cita el legado clásico y, en un caso en especial, hace todo un homenaje a Rafael: Galarina

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Bibliografía : https://www.salvador-dali.org/es


                    https://elpais.com

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