"El Paso Mancorbo en Picos de Europa" obra del pintor español de origen belga Carlos de Haes (1826-1898) del año 1876 y con unas dimensiones de. 168 x 123 cm. Actualmente se encuentra en el Museo Nacional del Prado, Madrid _ España.
Siguiendo el ideal académico, Haes consideraba que "el fin del arte es la verdad que se encuentra en la imitación de la naturaleza, fuente de toda belleza, por lo que el pintor debe imitar lo más fielmente posible la naturaleza, debe conocer la naturaleza y no dejarse llevar por la imaginación.
Nacido en Bruselas en 1826, primogénito de siete hermanos en una familia de comerciantes y financieros. Por imperativos económicos, su familia se trasladó a España en 1835, instalándose en Málaga, ciudad en la que Haes tomó sus primeras nociones de dibujo del pintor canario Luis de la Cruz y Ríos (1776-1853). Su segundo maestro fue, coincidiendo con su regreso a Bélgica en 1850, Joseph Quinaux (1822-1895), pintor belga que le guiaría durante los cinco años de estancia en su país de origen.
En 1857 ganó la oposición a la Cátedra de Paisaje en la Escuela Superior de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, por lo que se instaló definitivamente en Madrid. Un año después consiguió el primer galardón en la Exposición Nacional Española. Culmina este buen periodo de su vida en 1860, cuando fue elegido académico de número en San Fernando. Su discurso de ingreso, titulado "De la pintura de Paisaje Antigua y Moderna", constituye un excelente autógrafo de su ideología pictórica. En ese mismo año 1860 publica 19 grabados al aguafuerte en la revista El Arte en España
Dentro de sus obras más relevantes cabría destacar la obra, El Canal de Mancorbo en los Picos de Europa, quizá una de sus piezas de madurez, que sintetiza ese homenaje a la pintura al aire libre, algo que ya había comenzando en algunas de sus obras de finales de los años 50 cuando se sintió atraído por el Monasterio de Piedra. Carlos de Haes sabía extraer la belleza que encontramos en la imitación de la naturaleza, y en eso era lo más fiel posible. Su pleinarismo temprano hizo que sus trazos llegaran a tener connotaciones impresionistas, sin ahondar en la espontaneidad que caracterizó a los integrantes de dicho movimiento.
En esa mirada por muchos de los escenarios tan variados de la geografía española, desde los numerosos encuadres de Elche y sus palmerales, las montañas de Aragón, un lazareto de Mallorca, el puerto de Pajares y la majestuosidad de los Picos de Europa, sus recuerdos de Andalucía y de Torremolinos, quizá reminiscencia de su infancia, el lago de la Casa de Campo, Puerta de Hierro o Príncipe Pío en Madrid, y cómo no esa mirada a las playas del Carraspio, otras zonas rocosas de la costa de Lequeitio, junto a charcas y arroyos de pueblos del interior en Aragón y Navarra.
La revolución personal de Haes emanó directamente de su entusiasmo, de sus indudables dotes y de su atractiva personalidad social. Sus campañas (de vocación plenairista) y la propuesta de un contacto directo con la naturaleza (algo que en España solo habían practicado oficialmente Martín Rico y su malogrado amigo Vicente Cuadrado).
Quizá el dato más significativo del secreto gusto plenairista de Haes fue el celo con que atesoró hasta su muerte su colección de pequeños estudios, pintados «in situ», simples ejercicios de reto personal ante el placer estético y la seducción de la naturaleza.
Bibliografía: https://www.elagoradiario.com
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