Pocas horas después, el artista francés Louis Béroud, en una caminata inspiradora, notó que en el lugar donde solía estar el retrato La Gioconda (obra del pintor renacentista italiano Leonardo da Vinci, fue realizada entre los años 1503 a 1519 y con unas dimensiones de 77 × 53 cm), sólo se encontraban sus soportes, por lo que dio aviso a los guardias de seguridad quienes ignoraban el paradero de la obra, sin embargo, pensaban, que había sido trasladada a otra área del museo para ser fotografiada. Ocurrió un lunes, el 21 de agosto de 1911, un día en el que el museo estaba cerrado.
No fue sino hasta el martes cuando notaron el hurto. La policía empezó la investigación y el centro permaneció cerrado durante una semana en medio del escándalo.
"La Joconde" -como le llaman los franceses a la Mona Lisa- desapareció por más de dos años. Fue recuperada el 10 de diciembre de 1913, cuando Vincenzo Peruggia fue detenido en el momento en que iba a entregar la pintura a Alfredo Geri (al director de la Galleria degli Uffiz
Peruggia alegó que su intención era devolver la obra a su verdadera patria y que él sólo era víctima de un estafador. Los tribunales de justicia lo condenaron a un año y quince días de prisión, que luego redujeron a siete meses y nueve días. El gobierno y la diplomacia Italiana aceptaron devolver La Mona Lisa a Francia, pero con la condición de poder ser exhibida antes en algunas ciudades de dicho país como Florencia, Roma y Milán.
Fue hasta el 4 de enero de 1914 que la pintura volvió a su lugar en el Louvre bajo mucho mayores medidas de seguridad, pues ya no era una obra más, sino la celebridad del lugar. Algunas décadas después, iría de viaje de nuevo a los Estados Unidos de América y también a Japón, para regresar y establecerse definitivamente donde hoy puede observársele sonriente y tranquila, como si nunca se hubiera movido.
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