Giovanni Boldini (1842 -1931) pintor italiano, nacido en Ferrara, se convirtió en uno de los más importantes retratistas italianos en el cambio de siglo. Instalado en París desde 1871, fue conocido como uno de los primeros pintores de Montmartre, aquel barrio que pronto sería espacio de encuentro de gran parte de la bohemia nacional e internacional.
Influido a su llegada a la capital francesa por la obra de Meissioner y Fortuny, a quien no llegaría a conocer personalmente debido a la prematura muerte del pintor español, Boldini mantuvo un estilo único a lo largo de toda su vida, basado en la intuición del instante y el movimiento, reflejado con rápidas pinceladas, pero sin perder nunca de vista la figura y la expresión del retratado.
fue el octavo de 13 hijos de Antonio y Benvenuta Caleffi. Su padre, nativo de Spoleto, era pintor de matriz purista, alumno de Tommaso Minardi (1787 - 1871), y restaurador. Se dice que, dotado de notable técnica, hacía buenas copias de obras de Rafael y de paisajistas venecianos. De su padre recibió Zanin (como era conocido familiarmente Giovanni) las primeras enseñanzas de dibujo.
En su extensa obra predomina el retrato de bellísimas mujeres que pasean por maravillosos jardines o exhiben su riqueza recostadas de manera indolente en rincones de sus lujosas mansiones. Pueden acariciar un perro, gato, tocar el piano o aparentar que leen un libro, pero siempre miran directas al artista en poses sugerentes formando una rica galería de la sociedad cosmopolita de la que él fue un protagonista esencial.
Aunque nació en Italia, Boldini desarrolló la mayor parte de su carrera en el París de la Belle Époque de espaldas al movimiento al que por entonces se entregaron muchos de los artistas contemporáneos a él: el impresionismo. Sin representación en las colecciones públicas españolas y con escasa presencia en manos privadas, su obra es poco conocida en España.
En la Fundación Mapfre muestra su primera antológica en sus salas madrileñas se puede admirar con el Titulada Boldini y la pintura española a finales del siglo XIX. El espíritu de una época, entre las 120 obras que se exhiben se incluyen óleos de Mariano Fortuny, Eduardo Zamacois, Raimundo de Madrazo, Ignacio Zuloaga, Martín Rico y su gran amigo Joaquín Sorolla.
Boldini fue un artista de moda durante mucho tiempo y atento a los incontables encargos de la alta sociedad. Pero el éxito social y económico no puede sustraer el reconocimiento de su talento artístico. Por ello, la exposición confronta sus cuadros con los de maestros indiscutibles españoles que en algún momento estuvieron relacionados con él o que, como en el caso de Sorolla, llegaron a ser grandes amigos.
Él no cambió su manera de pintar aprendida en Florencia. Tuvo un estilo único que mantuvo a lo largo de toda su vida, basado en la intuición del instante y el movimiento, reflejado con rápidas pinceladas, pero sin perder nunca de vista la figura y la expresión del retratado.
En la capital francesa se dedica a composiciones en las que la modelo forma parte de la narración de una escena cotidiana. El parque de Versalles o El banco del Bois son algunas de las obras más llamativas de una etapa en la que inicia su relación con el gran mundo y se convierte en un personaje esencial de la vida social. Las mujeres (y algunos pocos hombres) que retrata son siempre bellas, estilizadas, elegantes y ricas si se tienen en cuenta las joyas que lucen todas ellas.
Su éxito desbordante le lleva a viajar a Nueva York en 1897 y allí se le reconoce como maestro indiscutible del retrato moderno. Entre las celebridades que aparecen en sus lienzos, se encuentra su colega James Abbott McNeill Whistler. Poco antes, el propio Boldini se había pintado a sí mismo con una expresión de noble belleza que poco se ajustaba a su realidad física. Puede que fuera la misma mirada que generosamente repartió con toda su clientela.
Bibliografía : https://elpais.com/cultura
https://www.fundacionmapfre.org
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