La Fenice es un teatro de la ciudad de Venecia_ Italia, considerado uno de los teatros de ópera más famosos por haberse estrenado en él muchas de las óperas italianas más conocidas. Inaugurado en el año 1792, tras dos incendios en 1836 y 1996, continúa en activo desde 2003.
Las obras se iniciaron en junio de 1790, y terminaron en mayo de 1792. El nuevo teatro fue nombrado La Fenice para honrar el resurgimiento de la compañía, primero de sus cenizas, y luego de su mudanza. La Fenice se inauguró el 16 de mayo de 1792 con una ópera de Giovanni Paisiello llamada I Giochi di Agrigento.
El teatro La Fenice es un teatro de ópera que se encuentra en el Centro Histórico de Venecia. Todo el edificio es realmente una joya arquitectónica que arranca suspiros a más de uno por sus grandiosos y dorados interiores. Sin embargo, la belleza del lugar no lo ha salvado de grandes desgracias que le han ocurrido através del tiempo. Teatro la Fenice se localiza en el Campo San Fantin, cerca de la Plaza de San Marcos y del Campo Santo Stefan.
El teatro pasó por la Primera Guerra Mundial con sus puertas cerradas, pero después resurgió, junto a todo el continente. No fue sino hasta hace unos cuantos años, en 1996, que, durante unos trabajos de remodelación, el teatro se incendió nuevamente. Se cree que los culpables fueron un par de electricistas que iniciaron el fuego a propósito como pretexto para no acabar sus respectivos trabajos a tiempo.
Y ésa era una manera de posponer el asunto sin pagar una cláusula penal que les habría arruinado. Hay que decir que probablemente imaginaban algo más pequeño, un pequeño incendio limitado, alguna llamita. Les salió mal. Nadie logró detenerlo, y el teatro se hizo humo, literalmente.
En Venecia reaccionaron con compostura. "Donde estaba, como estaba", decretaron, dando por descontado que a partir del día siguiente se habrían puesto a reconstruirlo. "Donde estaba, como estaba" era un lema inventado años antes en circunstancias semejantes: en 1902 se derrumbó el campanario de San Marcos (sin la ayuda de electricistas, lo hizo todo él solito: ya no podía más) y se abrió un debate sobre qué hacer.
Resultado: reconstruirlo idéntico al de antes y en el mismo lugar. En ese caso, como por otra parte también en el de La Fenice, el asunto olía a sentido común, y pragmatismo véneto. A lo mejor, durante un instante, puedes soñar con llamar a un arquitecto japonés y hacer que te construya algo futurista sobre una isla artificial en medio de la laguna.
Demasiadas incidencias. Pero la música de Verdi se mantenía contra viento y marea y aún serviría, en cualquier caso, como telón de fondo de los amoríos de la condesa Linda Serpieri y un oficial austriaco en la película Senso, de Luchino Visconti, donde el templo lírico veneciano era el marco de un inolvidable lanzamiento de octavillas desde los pisos altos protestando contra el invasor.
Pero el teatro no se dejó estancar con lo ya conseguido en el siglo XIX, y así, en la segunda mitad del siglo XX ha posibilitado el estreno de óperas tan significativas como La carrera del libertino, de Stravinski; La vuelta de tuerca, de Britten; El ángel de fuego, de Prokófiev; Intolleranza, de Nono, o Hyperion, de Maderna.
La entrañable bombonera seguía viva, con sus 1.500 localidades, su casi un centenar de palcos en azul, crema y oro y su escenario de 15,2 metros de anchura por 32 metros de profundidad, con esa sensación de cercanía que dan las reducidas dimensiones.
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