Marc Chagall (1887-1985), cuya vida atravesó dos guerras mundiales y un exilio, dejó una obra profundamente anclada en la historia del siglo XX. Encarnación del desarraigo y de la migración, como tantas figuras de su obra, el artista transitó por el mundo al albur de las convulsiones de su siglo, desde su infancia en la Rusia blanca hasta Francia, de Alemania a Palestina y de Estados Unidos a México, hasta instalarse finalmente junto al Mediterráneo.
Esta exposición, fruto de la colaboración entre La Piscine – Musée d’Art et d’Industrie André Diligent (Roubaix), Fundación MAPFRE y el Musée national Marc Chagall de Niza, plantea un amplio recorrido por su obra a la luz de los acontecimientos históricos que Chagall tuvo que enfrentar y las tomas de postura que adoptó ante ellos, en una propuesta que representa la primera lectura completa de su obra desde esta perspectiva: la de su idealismo sin condiciones, su inamovible creencia en la paz universal y el firme compromiso sociopolítico que de ella se deriva.
Ha llevado a la tumba a nuestros artistas y ha profanado sus sepulcros. Maldecir el país de Nietzsche y Wagner sería quedarse muy cortos.
¿Qué judíos nos interesamos hoy por las maneras de pensar de Peretz? A veces tengo la impresión de que no somos nosotros, los vivos, quienes seguimos su camino, sino los muertos, los mártires difuntos y esos miles de héroes que luchan en tal o cual lugar [quienes han seguido sus ideas]. Sin embargo, estoy convencido de que nuestro pueblo de desarrapados volverá a salir con paso alerta y las manos cubiertas de barro de su gueto-cueva e inscribirá en los corazones de nuestros nietos una nueva Biblia patrimonial.
Y tal vez yo mismo tenga fuerzas para pintar nuestro exilio en color sangre al lado del furgón mortuorio. Nuestra creación fraternal, unida y vengadora será lo inicio que nos permita resucitar la tumba de Peretz, como los antiguos y nuevos creadores. Se la llevaremos a Peretz para su nuevo jubileo. Los que hemos quedado con vida en la Tierra lo conduciremos otra vez con mucha pompa a su cementerio y volveremos a depositarlo en su mausoleo reconstruido. Pero mientras hablaba me he puesto muy triste. No puedo remediarlo. Estoy rojo de vergüenza.
A veces tengo ganas de acostarme donde descansa él. Tengo ganas de pedirle a quien sea: no me agobies con un sentimiento de ostracismo respecto a mis hermanos, que bastante separados y reñidos están ya. Siento que al punto me rodea un sudario de luz y me hundo en un pozo de sueño. ¿Qué veo? Un reloj de pared roto y a un judío viejo que recoge leña y se sienta a recitar salmos. El cielo ha juntado sus escasas nubes. Se extiende por la oscuridad, negro como las filacterias. No sé qué hacer con mi cuerpo. De pronto ha pasado por los aires un chal blanco, como un humo fino, y se ha posado sobre mí como un dosel nupcial sobre mi cama. Prorrumpo en gritos y me aferro: es mi imagen, dándome fuerzas. Escucho atentamente: está hablando. Desprende un olor asfixiante a gas. La abrazo y ella flota. De sus húmedas mejillas de muchacha caen lágrimas.
Durante el verano de 1914, a su vuelta a Vitebsk, donde permanece a causa del estallido de la Primera Guerra Mundial, Chagall abordó una serie de pinturas con el motivo de su ciudad natal y en torno a las costumbres de su comunidad. Ambos aspectos le servían como anclaje y con ellos mantenía sentimentos contrapuestos, felices en ocasiones, otras veces nostálgicos y apocalípticos.
La Casa gris ofrece una visión naturalista, mezclada con elementos del cubismo que había trabajado el artista en la capital francesa, tal y como se puede ver por el modo de representar la casa, una tipica construcción campesina de las que se encontraban a orillas del río Dviná, a partir de planos y con una perspectiva irreal. Por su parte, la pequeña figura que aparece a la izquierda, posiblemente un autorretrato del propio artista, introduce al espectador en un mundo fantástico y onírico. Se trata de una forma de elaborar las representaciones característica de estos años, en los que el artista trata de conciliar la «efervescencia» cultural vivida durante los años parisinos, y su conocimiento de los movimientos de vanguardia, con la serenidad propia de su ciudad natal. During the summer of 1914
La obra del gran artista ruso se nos presenta que como pensaba y así en una lectura nueva, una sorprendente revelación de la forma en que su pintura, que nos resulta tan reconocible como fascinante, encierra también un conmovedor testimonio de nuestro tiempo.
Bibliografía : https://www.fundacionmapfre.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario