lunes, 22 de abril de 2024

Henri Émile Benoît Matisse (1869-1954) pintando en su estudio en la plaza Charles- Félix en Niza a su modelo y musa en el año 1928 en Francia.


Henri Émile Benoît Matisse (1869-1954) pintando en su estudio en la plaza Charles- Félix en Niza a su modelo y musa en el año 1928 en Francia.

Dejó París y descubrió Niza en el año 1917, ciudad en la que vivió hasta 1954. La fantástica luz de la Costa Azul presente en esta ciudad, que le dedica un museo en la actualidad, hizo de su aislamiento creativo un lugar idóneo para su gran empresa: pintar y reflexionar sobre el arte, de manera menos impulsiva que Picasso. Antes de su huida hacia adelante, como hacen los grandes artistas, dijo: “Me gustaría vivir en una celda en la que pueda pintar sin preocupaciones ni molestias”. Matisse también tuvo un mundo interior complejo, pero eso no parece reflejarse en su arte. La mágica luminosidad de Niza quizá tuvo algo que ver.:                                                                                                                                                                                                                


Conocemos a Matisse sobre todo por el inicio de su carrera, con sus cuadros de colores estridentes de carácter fauvista y el final de ella los gouaches recortados, cuando la mano con que cogía el pincel ya no le obedecía empezó a cortar con tijeras sus arabescos en papel, como si estuviera inmerso en un juego con cuentas de colores.

Pero entre una época y otra pintó odaliscas, mujeres envueltas en transparencias y rodeadas de telas preciosas. Resultaron ser tan exitosas que acabó por pintar más de un centenar.




A pesar de tratarse de un periodo de tan solo un año en el que el artista realiza dos viajes a Marruecos, esta etapa es considerada como fundamental en el desarrollo de Matisse, tanto por la producción resultante así como por la influencia continua que significó en su obra.

Previo a Marruecos, Matisse ya había viajado a Argelia en 1906, durante una etapa de transición de su obra. Gracias a este viaje y su investigación de otras tradiciones artísticas como la egipcia, la griega, la asiática, la precolombina y la africana, desde 1907, Apollinaire subrayaba la combinación de todas éstas junto con las evidentes raíces europeas en el trabajo de Matisse. Sin embargo, hasta antes de su estancia en Marruecos, el interés de Matisse en el arte dicho “primitivo” se centraba en su espíritu y no en su estilo.

Matisse se sumergió en un gusto orientalista por las artes decorativas de arte oriental y pintó, con el precedente de Ingres, imponentes odaliscas. El desnudo femenino fue una gran obsesión en su estudio, muchas veces camuflado en disfraces de telas marroquíes.



"Las odaliscas fueron el fruto numeroso de una feliz nostalgia, de un bello y vivo sueño y de una experiencia vivida casi en éxtasis, de los días y las noches sumergido en la magia de un clima. Una necesidad imperiosa de expresar este éxtasis, esta indolencia divina, en los ritmos coloreados, ritmos de figuras y colores solares y gustosos. Con las odaliscas no renuncio a lo que recientemente había ganado, a estos avances plásticos de los que usted habla, sino que vuelvo a una vibración de la profundidad, admito de nuevo un cierto modelado y vuelvo a tomar posesión de un espacio donde el aire vuelve a circular. De este modo se plantea un problema para mi: armonizar, equilibrar los tonos puros y los semitonos con el fin de asegurar el acorde y la unidad rítmica del cuadro ante el peligro que pueden constituir las estridencias cromáticas."
Escribió el pintor a André Verdet.



En Niza pinta a Antoinette, Laurette, Lydia, Wilma, Zita (en la fotografía, posando para el pintor) y a la que sería su principal modelo durante casi una década, Herriette Darricarrère. La vemos en estas dos fotografías, disfrazada de odalisca, en el estudio de Matisse.






Y sobre estas líneas, Herriete en una instantánea tomada en los alrededores de Niza junto a la esposa del pintor, Marguerite Matisse, mientras posaban como modelos para el cuadro Conversación bajo los olivos.


Matisse pasó los últimos años de su vida produciendo desde una silla. En 1941, tras un cáncer de colon y una serie de operaciones quirúrgicas, la fragilidad general que experimenta lo obliga a pasar sus días con el apoyo de una silla de ruedas, desde donde se las ingenia para continuar con lo que llamaba "pintura con tijeras". Se tratan así de collages (también referidos como cut-outs en inglés hechos con recortes de hojas de papel blanco pintadas con gouache.



Como todos los artistas que se identifican con este movimiento, Matisse busca liberar al color de la referencia a los objetos, logrando así su máxima expresividad. Su obra durante este breve periodo (1905-1907) se caracteriza así por enfrentar tonos puros para así resaltar los planos.











Bibliografía : https://ermundodemanue.blogspot.com

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