miércoles, 21 de septiembre de 2022

Las termas romanas situadas en la localidad de Bath, Somerset _ Inglaterra, se encuentran en un edificio muy bien conservado, gracias a lo cual se pueden apreciar muy bien los elementos arquitectónicos presentes en el edificio. Las termas propiamente dichas se sitúan por debajo del nivel de la calle y los edificios construidos a raíz de su descubrimiento se pueden dividir en cuatro grupos, entre los que están el «Manantial Sagrado», el Templo Romano, el Baño Romano y la Casa Museo. Estas estructuras datan del siglo XIX.



Los romanos no lo dudaron ni un instante. Habían conquistado un lugar perfecto para construir unas termas. Tan perfecto que no era necesario ni calentar el agua, ya surgía a unos 46º de manera natural y os puedo dar fe de su buen sabor, y según la audio guía, con más de 47 minerales. 




Las fuentes de agua termal de Bath fueron descubiertas, según la leyenda, por el príncipe celta Bladud alrededor del año 863 a.C. cuando un baño en sus aguas curó la lepra que había contraído. Siempre según la leyenda, fue el mismo Bladud (Bladud se convirtió en el noveno rey de los Britanos y se supone que fue el padre del famoso rey Lear… el de Shakespeare), quien fundó una ciudad alrededor del manantial dando vida a la que hoy conocemos como Bath.




La realidad, basada en restos arqueológicos, es que los humanos hemos estado rondando las fuentes termales de Bath desde el año 8.000 a.C. como poco. Y que, antes de que llegaran los romanos, ya había un santuario celta dedicado a la diosa Sulis en las inmediaciones de las fuentes termales.



La llegada de los romanos a Gran Bretaña supuso, eso sí, la “domesticación” de las aguas termales de Bath. En el continente había otros lugares con este tipo de manantiales y los romanos ya las disfrutaban y eran expertos en aprovecharlas. En el año 43 comenzaron las obras de construcción de la ciudad de Aquae Sulis, un santuario del descanso y la relajación.







La palabra SPA es un acrónimo de la frase latina «Salus Per Aquam» o «salud a través del agua». El nombre de Aquae Sulis proviene de la diosa celta –de las tribus celtas locales, Dobunni y Durotriges– del manantial: Sulis. Los romanos, que no eran de perder dioses, mantuvieron a Sulis y subieron la apuesta con Minerva que también tenía poderes curativos. Nació así la diosa Sulis Minerva. Y, como no, un templo dedicado a ella.


La caída del Imperio Romano supuso también la caída de Aquae Sulis. Es más, la ciudad romana se abandonó y, en el siglo VIII, las ruinas de las casas sin techo rodeaban los baños. ¿Cómo lo sabemos? ¡Por un poema en el Exeter Book!






John de Villula, nombrado obispo de Bath y Wells en 1088. Recuperó la ciudad y construyó nuevos baños. Como un milenio antes, pronto enfermos de toda Gran Bretaña “peregrinaron” hasta las aguas de Bath para curar sus males.



Los enfermos fueron dando paso poco a poco a los ricos, los aristócratas y hasta la realeza (uno de los manantiales cambió de nombre a Queen’s Bath por la reina Ana Estuardo, hoy se conoce como King’s Bath). Cualquiera que fuera alguien en el siglo XVIII tenía que pasar por la ciudad y, mejor aún, tener una casa en ella.

Fue en ese entonces cuando se descubrieron los primeros restos de la piscina principal. Se desató la locura: la época romana volvía a la vida y los aristócratas ingleses querían recuperarla.


Gran parte de lo que se visita en las termas de Bath es romano. La piscina principal está como en sus orígenes, con sus 45 planchas de plomo que hacen impermeable todavía hoy su metro y medio de profundidad. En la época del Imperio Romano, estaba cubierta por una bóveda de cañón de madera que posteriormente fue sustituida por una de piedra. Esta bóveda estaba a 20 metros de altura, lo que convertía al edificio en el más alto de la ciudad y de los más altos de la Britania romana. El techo desapareció y ahora la piscina está al aire libre. El Sol favorece la proliferación de algas que dan un aspecto verdoso y poco saludable al agua que no tenía cuando los baños funcionaban a pleno rendimiento.




Aquí, y en el resto de termas romanas, hombres y mujeres se bañaban juntos hasta el siglo II. Entonces, el emperador Adriano, mucho más puritano, lo prohibió. Por eso las instalaciones están duplicadas y hay zonas diferentes para cada sexo. La zona de baños contaba con habitaciones para masajes, saunas, baños de vapor… hasta uno de los primeros jacuzzis de la historia: una bañera semicircular en la que entraba el agua caliente a presión creando burbujas.





Tan jacuzzi era que hasta contaba con bancos dentro del agua en los que se sentaban tanto ancianos con reuma como soldados con heridas de guerra esperando que las aguas sagradas de la diosa les ayudaran a curarse.



También aquí hay algunas proyecciones que devuelven a la vida las salas con romanos y romanas disfrutando de las aguas termales, de los masajes o de la conversación. Además de lugar de curación, los baños, como en el resto del Imperio, también eran centros de ocio y lugares donde hablar de negocios.





La parte exterior, principalmente la terraza, estaba revestida de estatuas victorianas que representaban a los gobernantes y a los mayores emperadores romanos. Entre las estatuas se encuentran el emperador romano Claudio, el emperador Vespasiano, Julio César, el emperador Adriano, el emperador Constantino y la estatua de Agrícola. Estas estatuas se erigieron en 1894 para preparar la inauguración oficial en 1897.






La estatua original de Julio César fue objeto de vandalismo en la década de 1980 y se rehizo hace unos 18 años. Además de los emperadores, también hay estatuas de algunos reyes, como el rey Edgar y el rey Cole, realizadas en el siglo XV. Edgar se convirtió en rey el 11 de mayo de 973, mientras que Cole lo hizo en 125.


La estatua de la diosa Minerva se encuentra en el museo de los baños de Bath, uno de los objetos más notables Britannia, descubierta durante unas obras de ampliación de alcantarillado.


La diosa, además de sanar a través de las aguas sagradas, también recibía quejas de los devotos, mediante lo que se conoce como “tablillas de maldición” de Bath. Los devotos escribían sus malos deseos en láminas de plomo que luego enrollaban y lanzaban a la fuente sagrada esperando que se cumplieran. 


Al final de la zona museística, se accede a los baños propiamente dichos. Caminamos sobre huellas de antiguos romanos, miles y miles de personas que durante más de cuatro siglos visitaron estas termas.





Bibliografía: https://saltaconmigo.com
                   https://www.tootbus.com












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