El 3 de junio de 1968, Valerie Solanas entró en el estudio de Andy Warhol (1928-1987), The Factory, con una pistola y un plan para vengarse. Lo que sucedió a continuación vino a definir su vida y legado: disparó contra Warhol y casi lo mató. Pero el incidente violento, que la redujo a un titular de un periódico sensacionalista, no fue su contribución más significativa a la historia.
Artista plástico y director de cine estadounidense que desempeñó un papel crucial en el nacimiento y desarrollo del pop art.
Fue el tercer hijo de un matrimonio eslovaco que emigró a Estados Unidos. Sus padres eran Andrej y Julia Warhola, originarios de Miková, una ciudad muy pequeña por aquel entonces perteneciente al Imperio austrohúngaro y hoy al distrito de Stropkov, República Eslovaca..
Warhol siempre se apoyó en sus asistentes para sus pinturas, y lo mismo puede decirse de sus producciones cinematográficas. Fundó la revista de sociedad Interview, que se convirtió en una buena lanzadera para artistas a las que patrocinaba y en un buen negocio para sus amigos colaboradores.
Del mismo modo, su obra literaria es resultado de su colaboración con Pat Haccket. Apadrinó al explosivo Jean-Michel Basquiat cuando este apenas era conocido, y convirtió a The Velvet Underground en una banda conocida internacionalmente. Fue, en realidad, un inquieto y activo «productor de personajes artísticos», como sus conocidas «superestrellas» —de dispar suerte— y un infalible detector de talento.
Valerie Jean Solansas sí lo intentó con un revolver. Solanas y Warhol se conocieron dos años antes del atentado. Ella aparece en una de las películas de Warhol, I'm a man (1968). Aquel 3 de junio de 1968, subió con su víctima en el ascensor y sacó el arma en las instalaciones del estudio del artista, la famosa Factory. Se supone que estaba cabreada porque no quería producirle una obra de teatro que la joven de 28 años había escrito. Además, Warhol dijo haber perdido el guión que le prestó para que leyera la obra y se lo pensara.
La pistola que atentó contra Andy Warhol treinta años después de su muerte. La pintó en 1981, siete años antes de morir y trece después del atentado. Es un lienzo de dos metros de alto serigrafiado, con acrílico. Es un calibre 22, con la punta chata. Una pistola gigante, tan grande como un ídolo. Tan inofensiva como un caramelo. Porque el arte Pop no desafía, impacta.
Warhol hablaba por teléfono y, al colgar, Solanas le disparó dos veces. Pero el tercer disparo atravesó su cuerpo, protegido tras un escritorio. Disparó al padre del Pop, pero después tiró contra el crítico de arte Mario Amaya y lo hirió en la cadera. También trató de acabar a quemarropa con la vida del gerente de Warhol, Fred Hughes, pero el arma se encasquilló.
Valerie reconoció el atentado, dijo que Warhol planeaba robar su trabajo, la condenaron a tres años de prisión por intento de homicidio, asalto y tenencia ilícita de armas y fue diagnosticada como esquizofrénica. El final de sus días fueron miserables. Warhol no declaró en su contra. Cuando salió de la cárcel mandó cartas amenazadoras a varias personas. Entre ellas, Warhol.
Tuvo que usar un corsé quirúrgico de por vida y reconoció, en una entrevista con The New York Times, que desde que le dispararon “todo es una pesadilla para mí”. “No sé de qué va nada. Como si ni siquiera supiera si estoy realmente vivo o muerto”. Evitó la muerte, pero aquella pistola acabó con su vida.
Bibliografía : https://www.elespanol.com
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