Jardines de Alfabia es un precioso conjunto compuesto por una casa, un huerto y un espectacular jardín. Esta antigua posesión mallorquina, ya documentada en la época de dominación árabe, se encuentra en la Serra de Tramuntana, concretamente en el término municipal de Bunyola justo antes del túnel de Sóller. Es un sitio perfecto para pasear, relajarse y disfrutar del paisaje. Se encuentra en Mallorca _ España.
En su fachada, obra de Joan d’Aragó, arquitecto y retablista, destaca su bonita puerta chapada bronce, las dos ventanas elípticas y el marco barroco construido en piedra rojiza del país.
Una herencia hispanoárabe, ya que provenía de antiguas explotaciones agrícolas de la época de ocupación musulmana de la isla, generalmente dispuestas en terrazas y dedicadas al cultivo de cítricos y frutales, y que durante la época renacentista, al pasar a manos de familias nobles, sufrieron numerosas transformaciones para otorgarles un mayor aire de riqueza y suntuosidad.
Este tipo de jardín suele tener terrazas y tierras dedicadas al cultivo de cítricos y plantas frutales. Ahora bien, durante la época renacentista, los nobles quisieron darle un toque de riqueza y lujo a este tipo de jardín por lo que llevaron a cabo algunos cambios en los mismos.
Inicialmente las casas de tipología gótica, con un marcado carácter rural y fortificado se estructuraban en torno a un patio cerrado, incorporándose una torre en el siglo XVI. La gran reforma del siglo XVIII dotó a Alfabia de sus elementos barrocos, los más definitorios de su actual configuración.
Esta reforma supuso una ampliación sustancial de las casas originarias, dotándolas de una nueva distribución y decoración pero manteniendo siempre el concepto de casa rural. En la segunda mitad del siglo XIX se produjo una nueva e importante intervención que modificó parte de las reformas anteriores.
La entrada a la quinta de Alfabia es suntuosa, pero la salida por la parte opuesta es una maravilla. Entrar en la casa que es de regulares dimensiones, atravesar sus principales salas, que están corridas y asomarse a la galería que se extiende alrededor del jardín, es quedar absorto y suspenso entre el panorama más variado y más bello que pueda soñar la imaginación humana.
A pesar de que la pintoresca sierra de Alfabia se anuncia antes de llegar a la quinta, todavía sorprende que a espaldas de aquél edificio se oculte una naturaleza tan bella y caprichosa. Parece que la naturaleza y el arte son obras de una mano. No se sabe dónde acaba el jardín y dónde empieza la montaña, ésta y aquél parecen una misma.
El acceso lo constituye una amplia avenida, o “paseo de salón” romanticista, de tres calzadas bordeadas de grandes plátanos que llega hasta las proximidades de la “clastra” (patio típico de las casas de campo mallorquinas de cierta envergadura, llamadas “possesions”).
Al final de una avenida bordeada de palmeras se encuentra la fachada que da acceso al elemento más emblemático del jardín: la pérgola con sus juegos de agua, reconstruída a principios del siglo XVIII. La mitad de su recorrido está adornado con veinticuatro hidrias de piedra.
Los numerosos surtidores cruzan las aguas entre sí, logrando que el brillo del agua y su murmullo se convierta en un regalo para los sentidos.
Del interior destaca la planta baja, donde se encuentran las estancias más amuebladas de entre las que cabe mencionar la “Sala Gran”, con un arrimadillo representando imágenes de Palma y otros pueblos; la “Sala de l’alcova”, con paredes cubiertas de damasco amarillo y donde destaca un portal rococó y un arrimadillo con pintura de paisajes; la “Sala de la cadira”, con numerosos grabados, instrumentos musicales, bustos neoclásicos; y el comedor, fruto de las reformas del siglo XIX, con arrimadillo de madera y tela pintada recubriendo las paredes.
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