jueves, 17 de mayo de 2018

Judit en el banquete de Holofernes, obra de Rembrandt

Judit en el banquete de Holofernes (antes Artemisa), obra de Rembrandt Harmenszoon van Rijn. Fue realizada en el año 1634 y con unas dimensiones de 127 x143 cm. Se encuentra  en el Museo del Prado en Madrid _ España.


Uno de los mejores testimonios de la obra de Rembrandt y único cuadro del artista que expone el Museo del Prado. Destacan la destreza del artista en el uso del claroscuro y la riqueza de matices en los tejidos y en la expresión del rostro de Judith, junto con su excelente estado de conservación. 


La obra forma parte de un grupo de imágenes de diosas y heroínas que Rembrandt pintó entre 1633 y 1635. Su iconografía ha sido muy discutida. Tradicionalmente ha sido identificada como Artemisa o como Sofonisba, con historias similares, confundidas con frecuencia en el siglo XVII y que gozaron de popularidad en la literatura y la pintura de la época. Por su parte, en el catálogo razonado de Pintura holandesa en el Museo Nacional del Prado se ha propuesto una interpretación como Judith ante Holofernes. Las tres iconografías hablan de amar y de la fidelidad patriótica y/o conyugal.


Esta escena forma parte de un pequeño grupo de alegorías personificadas por la figura de mujeres heroicas, es decir, diosas o heroínas de la Antigüedad y del Antiguo Testamento.
Sobre un fondo oscuro se impone la figura de una mujer suntuosamente engalanada con un vestido bordado de mangas abombadas y largas, jubón de seda blanca con bordes y cierres de pasamanería dorada, y amplio cuello de armiño adornado con una cadena de oro engastada con rubís y zafiros. Lleva pulsera, collar de doble vuelta y pendientes de perla. El cabello cae suelto sobre los hombros y está adornado con un hilo de perlas y una cadena de oro.


En la actualidad, tan sólo es claramente visible, la figura de una vieja sirvienta, situada entre la mujer sentada y la joven con la copa, con la cabeza cubierta por una toca blanca y que sujeta con ambas manos un paño del que cuelga por el lado izquierdo un cordel; a la derecha, detrás de la mujer sentada, son perceptibles los pliegues de una cortina de color rojo oscuro. 


Sin embargo, en una fotografía antigua se ve claramente que entre la joven con la copa y la vieja sirvienta había una cortina adamascada similar al paño que cubre la mesa, y que el paño que sujeta la sirvienta vieja es un saco semiabierto del que cuelga a un lado un cordel rematado con un bordón. La radiografía revela un importante cambio compositivo.


En la composición original el espacio entre las dos figuras está ocupado por una figura femenina, también de tamaño natural y de tres cuartas, que mira y se inclina hacia la mujer sentada. Lleva la cabeza cubierta con una toca y sujeta con su mano derecha un objeto oblongo. A la vista de la radiografía quedan abiertas dos cuestiones fundamentales -por qué y quién hizo este cambio compositivo- que están en relación directa con la interpretación iconográfica de esta escena, la cuestión que ha sido, y sigue siendo hoy, la más controvertida en relación con esta escena. 


Desde finales del siglo XIX esta escena se ha interpretado como una representación de la reina Artemisa dispuesta a beber las cenizas de su marido y hermano Mausolo para convertirse en su sepulcro viviente. Sin embargo, la tipología de la vieja sirvienta, el saco, la criada con la lujosa copa, las ricas vestiduras de la protagonista, las cortinas del fondo (visibles en una fotografía antigua) y el libro abierto sobre la mesa permiten una nueva interpretación de esta figura como Judit, que es, además, como figura descrita en los inventarios reales. Una identificación que, desde el punto de vista histórico, vendría justificada por la autoidentificación de los holandeses, en su lucha de liberación, con el pueblo hebreo. En este contexto, Judit era una de las heroínas bíblicas que mejor simbolizaba la reivindicación patriótica frente a los españoles.


El estilo de sus primeras pinturas refleja la influencia de su maestro, Pieter Lastman. Elige temas de gran dramatismo y sus composiciones presentan numerosos detalles y contrastes muy marcados de luces y sombras.

En los retratos de se interesa por los rasgos de sus personajes, los detalles de la ropa y los muebles de la habitación. Sin embargo, no todos los retratos son una representación objetiva del retratado, ya que a través de ellos realizaba estudios de distintas emociones que después incorporaba en sus obras de temas bíblicos e históricos. Por esta razón, en muchos de sus cuadros podemos ver a miembros de su familia, que eran utilizados como modelos.



Bibliografía : Museo del Prado


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