lunes, 1 de febrero de 2016

La Petworth House y William Turner


La Petworth House, ubicada en Sussex, es una de las mansiones más imponentes de Inglaterra. Pertenece a la misma familia aristocrática, los Egremonts, desde 1150, aunque el edificio actual data del siglo XVII. Hoy en día, esta estupenda mansión situada en un coto de 2,8 km cuadrados está gestionada por el National Trust.



Uno de los acontecimientos artísticos, en esta mansión fue la película Mr. Turner, dirigida por Mike Leigh. Cumple con el mimo con que suelen tratar los directores británicos las películas de la época, recreaciones precisas que dotan de presencia física a los nombres algo acartonados de los libros de historia. De pronto parecen accesibles, sobre todo cuando salen reflejados sus defectos, tan similares a los nuestros.


En ciertas escenas, Leigh consigue imitar la luz dorada de tantas obras de Turner. Aunque en sus manos adquiriera una mayor gestualidad, una mayor urgencia, esa luminosidad provenía directamente de Claudio de Lorena. Tratándose de un artista que soporta la involuntaria carga de visionario y precursor como pocos en la historia del arte, es significativo que Leigh dedique una larga secuencia a una conversación en la que Turner muestra su rendida admiración por el maestro francés del XVII. 


Esa luz dorada de Turner y Claudio de Lorena no fue la que encontramos nosotros en Petworth. Turner pasó cortas temporadas a lo largo de diez años, invitado por el tercer conde de Egremont. La casa de este noble inglés, Petworth House, que ha organizado una exposición con motivo de la película de Mike Leigh. La exposición es un aliciente más para visitar la casa, donde se exponen de manera permanente veinte cuadros de Turner.


Fueron encargados y comprados por Egremont, quien a principios del siglo XIX puso su mansión a disposición de artistas británicos para que la utilizaran como estudio. Pero más que los veinte Turners o los impresionantes salones llenos de esculturas clásicas, lo que ansiábamos ver de veras era la habitación que utilizaba Turner como estudio. Subiendo unas escaleras se accede a la antigua biblioteca, donde trabajaba durante sus estancias allí.


Hay libros en estanterías que recorren las largas paredes, pero también un amasijo de caballetes y lienzos pintados. Algunos de ellos pertenecen a Timothy Spall, quien recibió un curso intensivo de dos años de dibujo y pintura para encarnar con mayor credibilidad a Turner trabajando. De hecho, la réplica de la famosa Tormenta de nieve que aparece en la película fue pintada íntegramente por él. 


Junto a él hay más cuadros que aparecen en la película, así como una réplica de la mesa giratoria que el artista utilizaba para colocar pigmentos, paletas y pinceles. Me llamaba todo la atención, pero lo que de verdad no podía dejar de mirar era el enorme ventanal de la habitación, una auténtica bendición para cualquier pintor. A través de ella se vislumbraba la interminable extensión del campo de Sussex.


La gran casa ocupa, en realidad, una parcela diminuta dentro de un inmenso campo, conocido hoy como Petworth Park. La casa del conde se vuelve un recuerdo lejano. La inmensidad verde, dispuesta ante una como un regalo, incita a ponerse a correr como un perro excitado ante metros y metros de campo abierto. Las siluetas oscuras de los árboles, en la cima de ligeras colinas, se recortan sobre el cielo blanquecino; los contornos de las densas copas de ramas desnudas parecen haber sido dibujadas con pastel, difuminados luego con los dedos.

Cuántos cuadros, poemas y canciones nacen de regalos así, de la aparición inesperada de un animal o una persona en un paisaje, de un cambio súbito de luz que altera por completo nuestra visión. Soñadoramente, quiero imaginar a Turner paseando por Petworth Park










Bibliografía  :  Rubén Cervantes Garrido
                       "Un cuadro. una silla"





















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