martes, 30 de septiembre de 2025

"Tríptico de los santos Ermitaños" obra de Jheronimus Bosch (1450-1516)



Detalle de una de las cuatro tablas pequeñas del “Tríptico de los santos Ermitaños” (Infierno, Caída de los condenados, Ascenso de los bienaventurados, Paraíso terrenal). No se trata de un gran tríptico como El jardín de las delicias, sino de un conjunto de paneles que originalmente pudieron formar parte de un políptico mayor, aunque hoy se exhiben de manera independiente. La obra es de Jheronimus Bosch, conocido en español como El Bosco (1450-1516), y fue realizada entre 1495 y 1505. Cada tabla mide aproximadamente 86,5 × 39,5 cm. Actualmente se conserva en la Sala VII (Room VII) de las Gallerie dell’Accademia, en Venecia.







Jheronimus Bosch, como pertenecía a una familia de pintores y muy pronto se vinculó al mundo artístico y religioso de su ciudad, siendo miembro de la influyente Hermandad de Nuestra Señora. A diferencia de muchos artistas de su tiempo, gozó de fama en vida, recibiendo encargos de nobles y poderosos, como Felipe el Hermoso. Su obra destaca por un lenguaje visual único, cargado de simbolismo religioso, imaginación desbordante y un detallismo minucioso que lo convirtió en una figura singular dentro del Renacimiento nórdico.




Entre sus creaciones más notables se encuentra el conjunto Visiones del Más Allá (ca. 1505-1515), conservado en la Gallerie dell’Accademia de Venecia. Se compone de cuatro tablas que representan el destino de las almas tras la muerte: el Paraíso terrenal, el Infierno, la caída de los condenados y el ascenso hacia la luz celestial. La obra fue probablemente parte de un retablo mayor y refleja el profundo interés espiritual de la época, en un contexto marcado por la religiosidad popular y las tensiones que pronto desembocarían en la Reforma protestante.



El Bosco logra en estas visiones un contraste impactante entre la oscuridad del pecado y la luz de la salvación. En El ascenso al Empíreo, por ejemplo, un túnel luminoso guía a las almas hacia la claridad divina, en una imagen sorprendentemente cercana a los relatos modernos de experiencias cercanas a la muerte. En contraste, las escenas infernales despliegan todo un repertorio de monstruos fantásticos, torturas y paisajes irreales, que ejemplifican el genio inventivo del pintor y su capacidad de traducir conceptos teológicos en imágenes inolvidables.




Su estilo fascinó tanto a sus contemporáneos como a las generaciones posteriores. En Venecia, estas tablas pasaron por la colección Grimani y ejercieron influencia sobre maestros como Tintoretto y Tiziano. Un siglo más tarde, Felipe II de España reunió muchas de sus obras en El Escorial, convencido de que sus visiones podían servir a la meditación espiritual. Considerado un “profeta del arte” por su originalidad, el Bosco dejó una obra que sigue desconcertando y cautivando: un viaje pictórico a lo más profundo de la imaginación humana y al misterio del destino eterno.




Bibliografía : El Poder del Arte 

viernes, 19 de septiembre de 2025

El Teatro La Fenice es uno de los teatros de ópera más célebres en Venecia


El Teatro La Fenice es uno de los teatros de ópera más célebres en Venecia de Italia y de Europa. Su construcción fue una respuesta a una necesidad muy concreta: la antigua sede de la compañía teatral de la Nobile Società dei Palchettisti había quedado destruida por un incendio en 1774. Tras un largo litigio con la familia propietaria del terreno, los miembros de la compañía decidieron levantar un nuevo teatro, que debía simbolizar el renacimiento de la ópera veneciana.




Se eligió al joven arquitecto Gian Antonio Selva, que entre 1790 y 1792 diseñó y levantó un edificio en estilo neoclásico, sobrio en el exterior pero suntuoso en el interior. El resultado fue un espacio capaz de acoger a más de mil espectadores, con una sala en forma de “caja de herradura” típica de los teatros italianos, ideal para la acústica de la ópera.






La construcción no estuvo exenta de dificultades. El terreno elegido, en pleno centro de Venecia, era reducido y presentaba los problemas habituales de cimentación de la ciudad, que obligaban a levantar la estructura sobre pilotes de madera hincados en el suelo fangoso. A pesar de estos desafíos, Selva logró proyectar un edificio funcional y elegante, con un interior decorado con dorados, estucos y frescos que contrastaban con la sobriedad de su fachada exterior.



La construcción no estuvo exenta de dificultades. El terreno elegido, en pleno centro de Venecia, era reducido y presentaba los problemas habituales de cimentación de la ciudad, que obligaban a levantar la estructura sobre pilotes de madera hincados en el suelo fangoso. A pesar de estos desafíos, Selva logró proyectar un edificio funcional y elegante, con un interior decorado con dorados, estucos y frescos que contrastaban con la sobriedad de su fachada exterior. 



El nombre del teatro, La Fenice (“El Fénix”), evocaba la idea de renacimiento tras la destrucción, y no pudo ser más premonitorio: el edificio sufriría varios incendios a lo largo de su historia, en 1836 y en 1996, y sería reconstruido cada vez “tal como era, donde estaba”, recuperando siempre su esplendor.




El palco en el Teatro La Fenice de Venecia no es solo un asiento; es un símbolo de prestigio y distinción. Desde su inauguración en 1792, los palcos se concibieron como espacios privados que permitían a la nobleza y a las familias acomodadas disfrutar de la ópera con privacidad y visibilidad privilegiada. 




La forma característica del teatro es la “caja de herradura”, lo que hace que cada palco tenga una excelente acústica y una visión directa del escenario. Los palcos están distribuidos en varios niveles, generalmente tres pisos superiores alrededor de la sala, y cada uno podía ser decorado por sus ocupantes según su rango social y su gusto personal, siguiendo la costumbre de los teatros italianos del siglo XVIII y XIX.



Arquitectónicamente, los palcos combinan elegancia y funcionalidad. Cada uno cuenta con una barandilla decorada con madera tallada y dorada, y a menudo con cortinas o tapicería para mayor intimidad. Los frentes de los palcos presentan motivos ornamentales neoclásicos, incluyendo molduras, estucos y a veces pequeñas esculturas o medallones. Esta decoración contribuía a la riqueza visual de la sala y a reforzar la jerarquía social: los palcos más cercanos al escenario eran los más codiciados, reservados a la nobleza y a los patrocinadores de la ópera.



Las anécdotas alrededor del teatro son numerosas. Una de las más recordadas es la rapidez con la que fue reconstruido después del incendio de 1836: en menos de un año, los arquitectos Tommaso y Giovan Battista Meduna lo reabrieron con aún más lujo decorativo. En 1996, el incendio provocado por dos electricistas para retrasar unos trabajos de restauración lo destruyó casi por completo; el suceso conmocionó a toda Italia y generó un enorme debate sobre la conservación del patrimonio.





Los palcos también han sido protagonistas de numerosas anécdotas históricas. Por ejemplo, durante los estrenos de óperas de Verdi en el siglo XIX, era común que la alta sociedad asistiera en sus palcos vestidos de gala, a veces haciendo apuestas sobre el éxito de las actuaciones o incluso discutiendo los cambios en el libreto.

Algunos palcos se convirtieron en verdaderos “salones privados”, donde se celebraban reuniones y cenas entre funciones, mientras otros fueron escenarios de rivalidades sociales. Aun hoy, tras las reconstrucciones del teatro después de los incendios, los palcos mantienen esa mezcla de intimidad, elegancia y tradición, ofreciendo a los espectadores modernos una experiencia que conecta con más de dos siglos de historia operística veneciana.



Finalmente, bajo la dirección del arquitecto Aldo Rossi, fue reconstruido siguiendo el lema veneciano com’era, dov’era (“como era, donde estaba”) y reabrió en 2003 con un concierto inaugural que simbolizaba la resistencia cultural de Venecia. Desde su inauguración hasta hoy, La Fenice ha sido escenario de estrenos históricos de compositores como Verdi, Rossini, Donizetti o Stravinski, y su historia, marcada por incendios y resurrecciones, la ha convertido en un verdadero símbolo de la ciudad y de la ópera mundial.








Bibliografía : El Poder del Arte 

martes, 16 de septiembre de 2025

"Minerva", obra de Rembrandt Harmenszoon van Rijn(1606 - 1669), una versión sobre lienzo del año 1635 y con dimensiones de 137 × 116 cm.

"Minerva", obra de Rembrandt Harmenszoon van Rijn(1606 - 1669), una versión sobre lienzo del año 1635 y con dimensiones de 137 × 116 cm. esta versión de mayor formato estuvo en el mercado privado, pasando por manos como Otto Naumann (Nueva York). Actualmente se encuentra en una colección privada canadiense.


Representa a la diosa romana de la sabiduría, equivalente a Atenea en la mitología griega.La pintura fue realizada durante los años en que Rembrandt vivía en Ámsterdam y empezaba a ser muy solicitado por la élite. Se cree que la obra pudo ser un encargo de un erudito o un coleccionista humanista interesado en el simbolismo clásico.


Es un ejemplo temprano del barroco rembrandtiano: contrastes de luz y sombra (claroscuro), gran riqueza en la textura de telas y objetos, y un aire introspectivo que convierte a la diosa en una figura humana y reflexiva. 

A finales de 1631, Rembrandt se mudó a Ámsterdam, la capital económica del país, que crecía vertiginosamente gracias al comercio. Empezó a trabajar como retratista profesional de creciente éxito. Alojado en casa de un marchante de arte llamado Hendrik van Uylenburg, en 1634 contrajo matrimonio con su prima. El matrimonio, celebrado en la iglesia local de Sint Annaparochie, no contó con la asistencia de los parientes de Rembrandt. Ese año se convirtió en un miembro más de la burguesía de Ámsterdam, así como de la sociedad local de pintores. En 1635 el joven matrimonio se mudó a su nueva casa, situada en el elegante barrio de Nieuwe Doelenstraat.




Algunos historiadores ven en este cuadro una especie de respuesta de Rembrandt al estilo grandilocuente de Rubens, pero desde una visión más intimista y psicológica.Trayectoria del cuadro: La obra ha pasado por diversas colecciones privadas y raras veces se exhibe al público, lo que la convierte en un tesoro poco accesible del maestro holandés.


Minerva aparece sentada con un gesto solemne, rodeada de libros, armadura y atributos de sabiduría. Más que resaltar lo bélico, Rembrandt enfatiza la erudición y el saber de la diosa.
Un ejemplo temprano del barroco rembrandtiano: contrastes de luz y sombra (claroscuro).




Esta pintura integra una serie de obras de temática mitológica que Rembrandt ejecutó entre 1633 y 1635, representando figuras femeninas heroicas como Bellona, Flora y Artemisia. Todas comparten un lenguaje visual similar: figuras a media longitud, tamaño casi real, es decir, un estilo monumental


En esta composición, Rembrandt representa a Minerva como una figura intelectual y poderosa. La iluminación centra la atención en su mano sobre un gran libro, un elemento cargado de simbolismo: la sabiduría por encima de la guerra. En el fondo aparecen atributos clásicos como el casco dorado, el globo, la lanza y el escudo con cabeza de Gorgona.




Minerva es emblema de la Universidad de Leiden desde su fundación en 1575. De hecho, la imagen de la diosa aparece en su escudo y documentos académicos. Se cree que Rembrandt, formado en Leiden y que ingresó en la universidad en 1620, pudo inspirarse en esta iconografía universitaria para su obra.

Según los ensayos de The Leiden Collection, esta obra representa un paso importante en la ambición de Rembrandt por consolidarse como pintor de historia, utilizando técnica, presencia humana y expresión emocional —características que desarrollaría en obras posteriores, como su propia Juno (ca. 1662–65)





En la tradición artística, desde el Renacimiento, Minerva (o Atenea) suele aparecer asociada a libros y globos terráqueos como metáforas del saber universal. Rembrandt retoma ese motivo, pero lo hace más íntimo y realista.y un símbolo de la erudición y del poder de la sabiduría frente a la guerra, acorde con la figura de Minerva.