Sarah Bernhardt (1844-1923) en el papel de Juana de Arco, en el año 1890. Aparte de su profesión de actriz, se interesó por la escultura y la pintura. Llegó a exponer varias veces en el Salón de París entre los años 1874 y 1896 y recibió premios y menciones honoríficas en ambas disciplinas. Escribió también tres libros: su autobiografía titulada Mi doble vida, Pequeño ídolo y El arte del teatro: voz, gesto, pronunciación.
El estilo de actuación de Bernhardt se basaba en la naturalidad. Detestaba profundamente las viejas normas del teatro francés, donde los actores declamaban histriónicamente y hacían gestos exagerados. Rompió con todo lo establecido, profundizando en la psicología de los personajes. Estudiaba cada gesto y cada entonación del texto que debía decir, buscando la perfección natural sin que se notara ningún tipo de artificio.
En 1879 realizó su primera salida de Francia, concretamente a Inglaterra, donde estuvo seis semanas haciendo dos representaciones diarias y obtuvo un éxito rotundo. Al llegar al país fue recibida espectacularmente, lo que indica que su fama había cruzado las fronteras de Francia. En esta primera visita conoció a un joven escritor llamado Oscar Wilde.
Sarah Bernhardt, fue inmortalizada en numerosos retratos por algunos de los artistas más destacados de su tiempo. Uno de sus retratistas más reconocidos fue Georges Clairin, quien pintó a Bernhardt en múltiples ocasiones, a menudo en poses exóticas y teatrales que reflejaban su personalidad dramática. Antonio de La Gándara y Jean-Paul Laurens también contribuyeron a su legado visual, con retratos que subrayaban su sofisticación y su estatus como una de las grandes figuras del teatro. A través de estas obras, Bernhardt no solo se consolidó como una de las actrices más famosas de su época, sino también como una musa para los artistas de finales del siglo XIX y principios del XX.
Fue inmortalizada también por Alphonse Mucha, con su estilo característico del Art Nouveau, creó varios pósteres teatrales icónicos que capturaban la elegancia y el carisma de Bernhardt. Jules Bastien-Lepage, un pintor del realismo, también la retrató, destacando su presencia magnética en un famoso cuadro de 1879. Estas obras no solo celebraban su talento, sino que también ayudaron a construir su imagen como un ícono cultural.
El rodaje se estaba realizando en su casa, en el Boulevard Péreire, puesto que la actriz estaba ya muy delicada de salud. El 15 de marzo de 1923, tras rodar una escena, quedó totalmente agotada y se desmayó. Nunca se recuperó. Once días más tarde, el 23 de marzo, falleció en brazos de su hijo Maurice.
Su entierro fue multitudinario. Unos 150 000 franceses acudieron a despedirla. Fue inhumada en el cementerio parisino del Père-Lachaise.
A pesar de ser llamada «la divina Sarah» por su carácter excéntrico y caprichoso, Sarah Bernhardt trabajó en innumerables proyectos teatrales demostrando un carácter perseverante, una gran profesionalidad y dedicación a su arte.
Bibliografía : El Poder del Arte
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