Uno de los principales desafíos en su construcción fue la colina de Montmartre, un terreno conocido por sus canteras de yeso. Para garantizar la estabilidad del edificio, se utilizaron cimientos profundos que incluyen más de 80 pilares que se hunden a gran profundidad.
Antes de la construcción de la basílica, Montmartre ya era considerado un lugar sagrado. Según la leyenda, fue el lugar donde San Denis, el primer obispo de París, fue decapitado en el siglo III. Se cuenta que, después de su ejecución, recogió su cabeza y caminó varios kilómetros, lo que lo convirtió en un santo representado siempre con su cabeza en las manos.
Una de las anécdotas más interesantes de la basílica es la presencia de **la Savoyarde**, una de las campanas más grandes del mundo, que pesa cerca de 19 toneladas. Fue un regalo de la región de Saboya y su sonido es tan potente que puede oírse a varios kilómetros de distancia.
Desde 1885, incluso antes de que se completara la construcción de la basílica, se estableció una adoración perpetua al Santísimo Sacramento, que ha continuado sin interrupciones hasta el día de hoy. Este acto de devoción ha convertido a la basílica en un importante centro de peregrinación espiritual, además de ser un atractivo turístico.
Sin embargo, no toda la historia de la basílica es tranquila. A lo largo de los años, ha sido vista por algunos sectores como un símbolo de controversia. Tras la represión de la Comuna de París, algunos habitantes y movimientos izquierdistas la consideraban un monumento conservador y una respuesta a la insurrección revolucionaria.
Finalmente, la basílica y su entorno han sido una fuente de inspiración para numerosos artistas. Montmartre ha sido históricamente un barrio bohemio, hogar de pintores como Picasso, Van Gogh y Toulouse-Lautrec. Estos artistas frecuentaban los cafés y cabarets del barrio, y la basílica, con su majestuosidad, también ha sido inmortalizada en múltiples obras de arte, películas y fotografías.
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