Dominando con creces una de las curvas del Sena, el castillo de Maisons fue construido en el siglo XVII, por el célebre arquitecto François Mansart en plena cumbre de su obra artística: la majestad, la simetría y el equilibrio de las formas de esta residencia ejemplar la han convertido en una de las obras maestras de su época.
François era hijo de un maestro carpintero y no fue formado como arquitecto; al perder a su padre a una temprana edad su familia lo ayudó a capacitarse como cantero y escultor. Se cree que pudo aprender la profesión de arquitecto en el estudio de Salomón de Brosse, el más popular de arquitecto del reinado Enrique IV.
Es la única obra de Mansart que ha llegado completa hasta nosotros y nos da, mejor que ninguna otra, una idea de su genio de arquitecto. En 1642, René de Longueil, llamado más tarde Président de Maisons, decidió construir un palacio nuevo en su finca, y, habiendo reclamado a Mansart, parece que le dio absoluta libertad.
Al parecer, la estructura principal se terminó en 1646, pero la decoración pudo durar varios años. El plan consiste en variaciones sobre temas con los que Mansart ya había jugado en palacios anteriores.
Mansart ha integrado las secciones con un brillante sistema de interpretaciones horizontales y verticales. Las masas equilibradas y prismáticas de toda la estructura están definidas por bordes afilados y ángulos vivos y están discretamente decorados con unos detalles precisos y elegantes. Los planos rebajados y salientes están bajo un fuerte control y la mansarda del piso superior forma un fondo neutral contra el cual se contrarresta la geometría cúbica de las ventanas con frontones.
La fuerza escultórica de los ordenes, característico de los edificio en los que la influencia barroca italiana es pronunciada, se ha suprimido a favor de una refinada articulación de la superficie mural y los poderosos volúmenes de las masas del edifico. El vestíbulo de entrada es una muestra magnífica de su riqueza severa un diseño de columnas y pilastras dóricas con relieves de alegóricos en el abovedado y águilas en los entablamentos, pero que resulta sobrio al estar realizado en piedra sin dorado ni en colores.
La decoración es especialmente fina, las paredes están decoradas por paneles, sobre los cuales se sientan grupos de amorcillos que representan las artes y las ciencias. Pero aun más notable la balaustrada, compuesta por bloques de piedra curva y entrelazada de gran complejidad, cubiertos por una rica decoración de hojas de acanto.
Todos estos ejemplos de la decoración más libre y despreocupada de Maisons. En otras partes toma un carácter clásico mas severo que casi nos recuerda al estilo de Luis XVI, particularmente en las efigies de los pabellones laterales, en loas colgaduras sobre la entrada principal, y en las urnas flameantes que flanquean los medallones clásicos de la parte superior del frontispicio.
El Salón de los Cautivos debe su nombre al decorado de la Chimenea esculpida por Gilles Guérin en homenaje a Luis XIII. Los Cautivos representan cuatro provincias ganadas para la corona por el rey. También cuenta con mobiliario y cuadros del s. XVIII.
Uno de los elementos arquitectónicos que más destaca en el castillo es el estilo neoclásico, introducido por el arquitecto Bélanger. Las paredes en el comedor de verano están decoradas con hornacinas que albergan símbolos de las estaciones: las flores de la primavera, el trigo estival y la uva del otoño artesonado corre a cargo del escultor Lhuillier.
No hay comentarios:
Publicar un comentario