"La joven de las cerezas" atribuida a Marco d’Oggiono (1470-1549), realizada aproximadamente entre 1491 y 1495 y está ejecutada en óleo sobre madera y con unas dimensiones 48,9 x 37,5 cm, en la Galería 610 de la colección del Metropolitan Museum of Art (The Met) en Nueva York_ Estados Unidos.
Nacido cerca de Milán, y activo hasta su muerte fue uno de los discípulos más cercanos de Leonardo da Vinci, formando parte de su taller y absorbiendo muchos de sus principios estilísticos, especialmente el uso del sfumato, la representación idealizada del rostro humano y la composición equilibrada. Aunque no alcanzó el mismo nivel de innovación que su maestro, Marco se destacó por copiar y reinterpretar obras de Leonardo, como su conocida versión de La Última Cena. Su estilo refleja una fusión entre la grandiosidad técnica aprendida de Leonardo y una ejecución algo más rígida, pero no exenta de sensibilidad. Su trabajo ayudó a difundir el estilo leonardesco en la Lombardía y forma parte del legado de los llamados “leonardeschi”, artistas que perpetuaron la estética del gran maestro en el norte de Italia.
Una de las obras más conocidas que se le atribuyen es Girl with Cherries, un retrato de una joven que encarna la delicadeza y el misterio característicos del estilo de Leonardo. La joven aparece en una pose serena y contemplativa, con un fondo oscuro que resalta su figura, sosteniendo unas cerezas que pueden simbolizar tanto la inocencia como una sensualidad incipiente.
La obra, de atribución incierta pero con fuerte conexión estilística a Marco d’Oggiono, presenta un rostro suavemente modelado y una luz tenue que recuerda las vírgenes y retratos leonardescos. Este tipo de retrato privado, íntimo y lleno de simbolismo sutil, revela la forma en que los discípulos de Leonardo adaptaban sus enseñanzas a contextos más personales o burgueses. Aunque no se puede afirmar con certeza que Marco sea su autor, la pintura refleja claramente su entorno artístico y su lugar dentro de la tradición renacentista milanesa.
Las cerezas que sostiene la joven no son un mero detalle decorativo, sino un elemento simbólico cargado de significado. A primera vista, la fruta puede aludir a la inocencia y dulzura de la juventud, atributos tradicionalmente asociados con la etapa previa al matrimonio en la iconografía renacentista. Sin embargo, esta aparente sencillez oculta una capa más profunda de ambigüedad: en el contexto artístico del Renacimiento, las cerezas también podían representar la tentación, el despertar de la sensualidad o incluso la oferta simbólica del cuerpo. La muchacha, con su expresión introspectiva y gesto pausado, parece hallarse en una encrucijada simbólica entre la infancia y la madurez, entre la pureza idealizada y la insinuación contenida.
Este delicado equilibrio entre inocencia y deseo es característico de la tradición leonardesca, de la que d’Oggiono fue uno de los discípulos más representativos. El sfumato suave que envuelve el rostro de la joven, su serenidad contenida y la iluminación tenebrista refuerzan esta atmósfera ambigua, en la que lo sagrado y lo profano conviven en perfecta tensión. Así, las cerezas funcionan como un emblema silencioso pero elocuente: resumen en su color, forma y gesto la fragilidad del instante juvenil, la belleza efímera y la carga simbólica del paso al mundo adulto. Lejos de ser un simple retrato, la pintura se transforma en una reflexión visual sobre el deseo, la identidad y el tiempo.
La pintura representa a una joven ricamente vestida, coronada con hiedra y sosteniendo un cuenco de cerezas. El significado de la obra es enigmático: podría aludir al matrimonio (la hiedra simbolizaba la fidelidad conyugal), pero también sugiere una conexión con círculos literarios sofisticados. D’Oggiono construyó una exitosa carrera, primero trabajando en el estilo de Leonardo y haciendo copias de sus pinturas, y más tarde desarrollando su propia identidad artística.
Marco d’Oggiono desarrolló su carrera en un momento crucial del Renacimiento italiano, especialmente dentro del dinámico entorno de Milán, una ciudad que, a finales del siglo XV, se convirtió en un centro artístico clave gracias a la corte de Ludovico Sforza y la presencia de Leonardo da Vinci. Al ser discípulo directo de Leonardo, Marco asimiló muchas de sus técnicas, como el uso del sfumato como acabo de mensionar, la preocupación por el naturalismo y la expresión interior de las figuras. Sin embargo, su pintura se caracteriza por una mayor rigidez en las posturas y una ejecución más literal, lo que ha llevado a algunos historiadores a describirlo como un seguidor más que como un innovador.
Sus obras abarcan temas religiosos, retratos y composiciones alegóricas. Uno de sus aportes más relevantes fue la creación de varias copias y versiones de “La Última Cena” de Leonardo, especialmente importantes debido al rápido deterioro del fresco original en Santa Maria delle Grazie. Marco contribuyó así a preservar la memoria visual de esa obra capital. Además, trabajó en importantes retablos y frescos, como el Retablo de los Arcángeles (1516), en el que muestra su estilo maduro: figuras estáticas pero solemnes, colores intensos y una clara organización compositiva. Aunque fue eclipsado por otros miembros del taller leonardesco como Boltraffio o Luini, Marco d’Oggiono jugó un papel clave en la difusión del estilo leonardesco en el norte de Italia.
Bibliografía : El Poder del Arte
Extraordinario Marco d’Oggiono, agradezco que lo hayas traído.
ResponderEliminarMuchas gracias.