"La dama del armiño", obra de Leonardo da Vinci, realizada hacia 1490 y con unas dimensiones de 54,8 × 40,3 cm. Actualmente se encuentra en el Museo Czartoryski, Cracovia _Polonia.
Si nos detenemos en su rostro, tan solo en su rostro, apreciamos que es mucho más joven de lo que sugiere el término “dama”. Cecilia Gallerani tenía diecisiete años cuando Leonardo pintó su retrato.
Había nacido en Siena. Su padre formaba parte de la corte. Se interesó por la literatura y la música. Escribía versos en italiano y latín. Tocaba varios instrumentos. Su inquietud le ganó el apelativo de donna docta. Recibió el reconocimiento de sus contemporáneos, pero sus obras no fueron conservadas. Siguió la suerte de tantas otras autoras del Renacimiento.
En 1490 Milán había adquirido protagonismo cultural en la península italiana. Ludovico, llamado el Moro por su complexión oscura, atrajo a la ciudad a intelectuales como Bramante, Filarete o Francesco di Giorgio. Leonardo fue enviado por encargo de Lorenzo de Medici. Sus últimos años en Florencia no habían sido fáciles.
En Milán encontró un ambiente propicio para la investigación. Bajo el cargo de ingeniero del duque, estudió innovaciones en grúas y relojes, participó en teorías urbanísticas, profundizó sus conocimientos de geometría, estática y dinámica, y creó mecanismos sorprendentes para eventos y espectáculos.
Cecilia participaba en las tertulias filosóficas y literarias del círculo intelectual de la corte. Como afirmó el embajador de Ferrara, era muy bella. Leonardo la pintó vestida a la española, como era costumbre en la época. Se aprecia un cierto grado de idealización en el tamaño de los ojos, en la proporción de la mano y en la forma de los hombros.
Destaca el complejo peinado. Una trenza cae desde la cofia, sujeta con una cinta de seda negra que atraviesa la frente. Esta, a su vez, se cubre con una gasa traslúcida rematada con un ribete dorado sobre las cejas.
La composición mantiene el espíritu innovador que caracterizaba a Leonardo. El artista eludió el perfil propio de los retratos de la época, y situó a Cecilia en tres cuartos con una iluminación frontal. Tanto ella como el armiño miran hacia un punto en el exterior.
Es probable que este fuese un retrato del duque, hoy desaparecido. El fondo negro, plano, fue repintado en el siglo XVIII.
El armiño que sostiene en brazos tiene un significado triplemente alegórico. Representa la pureza, puesto que de este animal se cuenta que prefiere morir antes que mancharse de barro, y la moderación, ya que supuestamente los armiños se alimentan solo una vez al día. Alude, también, a Ludovico Sforza, apodado Ermellino (armiño en italiano) por ser miembro de la orden del Armiño, nombramiento que obtuvo de Fernando I de Nápoles. E incluso puede referirse al apellido de la Galleani, ya que galé es el vocablo griego para armiño.
Poco después de posar para Leonardo, Cecilia tuvo un hijo: Cesare. Ludovico aplazó su matrimonio con Beatriz de Este, a lo que su futuro suegro, el duque de Ferrara, protestó. La boda se celebró. Con el objeto de alejarla de la corte, Cecilia fue desposada con el conde Carminati de Brambilla. Quedó viuda a los pocos años y se retiró al castillo de San Giovanni in Croce, cerca de Cremona, donde siguió escribiendo.
El rastro del retrato se perdió hasta su aparición en Roma en 1798. Lo compró el príncipe Czartoryski, un noble polaco. Su madre, la princesa Izabela, había fundado el Templo de la Memoria, un museo en el que se exponían obras de Rafael, Rembrandt, Holbein, una silla que, se decía, perteneció a Shakespeare y las supuestas cenizas del Cid y doña Jimena.
Como en muchos retratos de Leonardo, la composición implica una espiral piramidal y el sujeto es captado moviéndose mientras gira hacia la izquierda, reflejando la preocupación que Leonardo tuvo toda su vida por la dinámica del movimiento. El retrato en tres cuartos de perfil fue una de sus muchas innovaciones. El poeta cortesano del Moro, Bernando Bellincioli, fue el primero que sugirió que Cecilia posara como si estuviera escuchando a alguien que está fuera del cuadro. Al mismo tiempo, tiene la imperturbabilidad solemne de una estatua antigua.
Una imperceptible sonrisa se sugiere en los labios de Cecilia: para expresar un sentimiento Leonardo prefería sugerir las emociones más que presentarlas de forma explícita.
Esta obra en particular muestra la habilidad de da Vinci al pintar la forma humana. La mano extendida de Cecilia fue pintada con gran detalle. Da Vinci pinta el contorno de cada uña, cada arruga de los nudillos, incluso la flexión del tendón en el dedo doblado. Da Vinci había practicado el dibujo de retratos de personas con animales en sus diarios muchas veces para perfeccionar sus retratos.
Bibliografía : https://www.traveler.es
https://www.lavanguardia.com