Mariano Benlliure Gil(1862-1947), trabajando en el busto de Joaquín Sorolla (1863-1923) en 1918, con unas dimensiones de 70 x 98 x 58 cm encargado por M. Archer Huntington, fundador de la Hispanic Society y uno de los primeros patronos del Museo Sorolla, que lo regaló al Museo con motivo de su inauguración en 1932, para ser colocado en el jardín tercero, en el que todavía puede contemplarse actualmente, debajo de la pérgola.
En la Hispanic Society of America, se conservan dos réplicas más de la misma pieza, una en bronce y otra en mármol.
"El arte es luz. Tú la creas, tú eres arte", elogiaba Benlliure a Sorolla en un telegrama de 1917. "Yo estoy a tu lado en todo. Te abrazo, Joaquín", le escribió el pintor a su amigo en 1918, acostumbrados ambos incluso a tratarse de hermanos´.
Ambas misivas son prueba de la cercanía y profunda admiración que comenzaron a fraguar desde su adolescencia en Valencia y que incluso engarzó sus trayectorias artísticas: aunque Sorolla tardó en obtener los reconocimientos que Benlliure había cosechado antes, como la mención de honor en la Exposición Nacional de Madrid, entre 1890 y 1901 trabajaron con afán infatigable y gozaron de éxitos y reconocimientos a la par, como la medalla de oro en la Exposición Universal de París de 1900.
Ambos alcanzaron el olimpo de la historia: uno, como maestro impresionista y luminista; el otro, como el último realista decimonónico.
Mariano convierte la pintura en escultura, o mejor dicho, hace una escultura que recuerda a la pintura, de ahí que podamos concluir que sus obras son el encuentro de las dos artes: composición, espacio y dibujo fusionados con el volumen, la forma y la textura, incluso el color se traduce en la combinación de volúmenes, en el logro de sombras y en la combinación de los materiales (mármol y bronce, terracota patinada, piedra natural y cerámica vidriada). El hecho de que gran parte de sus pinturas no se hayan localizado, se justifica precisamente porque las realizó en la época en que vivió en Roma y fueron vendidas en el extranjero, aparte de que nunca les concedió importancia al hablar de su obra.
Todos los que le conocieron y han transmitido sus recuerdos nos destacan enseguida su atractivo personal: un cuerpo ágil y vigoroso, con manos encallecidas como las de un jovial trabajador, con un rostro que atrae por sus ojos pequeños y expresivos, sano de color, densas patillas rizadas y poblado bigote, pero en especial prominentes orejas que él siempre destaca en sus autocaricaturas. Y sobre todo destaca en él una sonrisa franca, eterna y contagiosa, que se hace más cálida cuando con su afable cordialidad, tiende su mano llena de vitalidad. A ello une su especial indumentaria: un gorrito de tela negra, chaleco sobre la camiseta, brazos al aire y pantalones de polaina “porque se le enfrían los pies”, todo ello manchado de barro y de tiznes blancos de escayola…, parece un obrero de la construcción al pie de la obra.
Su relación de amistad se forjó durante la adolescencia en Valencia, se extendió a sus familias y se mantuvo hasta la temprana muerte de Sorolla a los 60 años. El pintor lo trataba de "hermano" y Benlliure actuó de este modo. Por ejemplo, inició a Elena Sorolla, hija menor del pintor, en la escultura..
Bibliografía : https://www.elmundo.es
https://apintoresyescultores.es