viernes, 29 de julio de 2022

Manhattan en el año 1851

Manhattan en el año 1851, obra del fotógrafo estadounidense Wilhelm Heine (1827-1885). La historia dice que Manhattan, fue una pequeña isla de Norteamérica que hoy en día es el centro financiero y cultural del planeta, fue comprada por los colonos holandeses a los indios por sólo 25 dólares. Desde aquel día de 1626 han pasado cuatro siglos y muchos episodios: guerras, revoluciones, progresos, atentados… Manhattan siempre ha tenido un protagonismo especial. 

En una estantería perdida en los Archivos de La Haya. Rebuscando entre antiguas carpetas cubiertas por el polvo de los siglos encontramos un papel. Una carta enviada al director de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales y fechada en el 24 de mayo de 1626. En ella figura una anotación muy clara: los colonos holandeses adquirían por 60 florines el sur de la isla de Manhattan, controlada entonces por varias tribus indígenas.


No se sabe con certeza quiénes fueron los receptores de tal cantidad (si los indios canarsie, los metoac o los wappinger), pero parece claro que por el módico precio de 25 dólares los holandeses se hicieron dueños de 9.000 hectáreas en la zona que hoy es el centro financiero del mundo. En la actualidad, según los cálculos de los historiadores, la transacción equivaldría a unos 1.000 dólares. Una suma ridícula para el valor que tiene hoy este punto concreto del planeta.



En la actualidad el recuerdo de la fundación holandesa se puede ver en la propia bandera de la ciudad de Nueva York, que utiliza los mismos colores que la enseña de los Países Bajos: naranja, blanco y azul en similar disposición. Pero ésta no fue la única urbe fundada por holandeses. Albany, capital del Estado de Nueva York, también había sido inicialmente un asentamiento de colonos llegados desde los Países Bajos y bautizado como Fort Orange. La importancia de la colonización holandesa es a menudo olvidada en Estados Unidos, y en la actualidad varios estudios y libros tratan de poner sobre la mesa cómo aquellas décadas de ocupación resultaron determinantes para la configuración del modelo social, los principios democráticos y el propio carácter de los estadounidenses.



La guerra entre Inglaterra y los Países Bajos no cesaba a ambos lados del Atlántico y en 1673 los holandeses recuperaron la ciudad, rebautizándola como Nueva Orange. El Tratado de Westminster puso fin al conflicto entre las dos potencias y devolvió definitivamente Nueva Ámsterdam a manos inglesas. En el corazón de Manhattan se hizo pública la noticia: en honor al Duque de York, este asentamiento pasaría a llamarse Nueva York.




En 1783 George Washington recorría las calles de Manhattan victorioso. Un nuevo país había nacido y tendría en Nueva York su capital, al menos durante unos años. En el número 26 de Wall Street, donde hacía 150 años habían levantado una muralla defensiva los colonos holandeses, el general Washington prestó juramento sobre la Biblia. Estados Unidos ya tenía a su primer presidente. El edificio en cuestión, el Federal Hall, fue destruido en el s. XIX, y en la actualidad un monumento recuerda su emplazamiento en una de las calles más famosas de Manhattan.





Bibliografía : https://istoriamundial.wordpress.com

jueves, 28 de julio de 2022

El palacio de Orleans

El palacio de Orleans y Borbón fue construido entre los años 1852 y 1876. Dicha obra se atribuye al arquitecto Balbino Marrón y al arquitecto sevillano Juan Talavera de la Vega. Un proyecto personal del duque Montpensier, Antonio Mª. de Orleáns y que se encuentra en Sanlúcar de Barrameda en la andaluza provincia de Cádiz _ España.
 

Para la construcción del Palacio, el infante-duque se sirvió de la estructura de varios edificios. El monumento, de una extraordinaria belleza tanto en sus fachadas exteriores como en sus distintas estancias interiores en las que hay elementos de muy variados estilos, considerado por muchos especialistas en la materia como el mejor edificio neomudéjar de España.








Tiene la particularidad de que no fue construida de cero como una sola pieza, sino que se tomaron como base los tres edificios ya existentes en la misma localización y acabaron integrando uno solo bajo un manto común, como acabo de mencionar.





El duque de Montpensier había tomado contacto con la cultura oriental en sus estancias en Líbano y Argelia, durante su aprendizaje militar y también con motivo de un viaje diplomático que realizó en 1845 por el Mediterráneo oriental. Estas influencias se trasladaron al palacio, en el que según su secretario Antoine de Latour, a cada paso se encontraba un recuerdo de Egipto, una imagen de Argelia, Túnez, Constantinopla o Granada. 








Para su construcción se aprovechó fundamentalmente la estructura de tres edificios ya existentes, el antiguo seminario conciliar, la casa de Páez de la Cádena y parte del convento de la Merced a los que se dio un “envoltorio” común. Por ello, carece de ejes de simetría axial y coaxial.



Está construido según trazas atribuidas a los arquitectos Balbino Marrón y Juan Talavera y de la Vega,​ en un estilo historicista y ecléctico propio de gran parte del siglo XIX; usándose en sus fachadas el estilo neomudéjar y el clasicismo italianizante. En la decoración de sus salas interiores se recurrió a multitud de estilos historicistas (neomudéjar, rococó, chinesco, egipcio, inglés, etc). Por ello puede considerársele un auténtico capricho, en el sentido romántico del término.




Actual sede del ayuntamiento de la ciudad, sin embargo, su riqueza artística y cultural está seriamente amenazada, estando varias partes en estado ruinoso. De hecho, está incluida en la Lista Roja del Patrimonio, un proyecto de la asociación Hispania Nostra que tiene como finalidad proteger y recuperar elementos del patrimonio cultural y natural de España que se encuentren en estado de abandono. Y no solo eso, la vertiente europea de esta entidad, Europa Nostra, lo ha calificado como una de las siete construcciones históricas más amenazadas del continente.





Bibliografía : https://www.sanlucardebarrameda.es
                     https://www.lavozdigital.es

martes, 26 de julio de 2022

"Carruaje en las carreras" de Edgar Degas

"Carruaje en las carreras" obra de Edgar Degas, realizada en 1869 y con unas dimensiones de 36.5 x 55.9 cm. Actualmente se encuentra en en el Museo de Bellas Artes de Boston_ Estados Unidos.



Edgar Degas (1834-1917), primogénito de una adinerada familia parisiense, Degas abandonó tempranamente los estudios de Derecho en la Sorbona para dedicarse a la pintura. En 1855 entró en el taller de Louis Lamothe, discípulo de Ingres, donde adquirió una sólida formación académica. De 1856 a 1859 viajó por Italia copiando a los maestros renacentistas y, a su regreso, residió ya para siempre en París, donde se dedicó a representar en sus obras un amplio repertorio de temas de la vida de la ciudad moderna en que se había convertido la capital francesa.




Una captura magistralmente la atmósfera de las carreras hípicas y, con la audacia de su composición, parece casi reproducir los efectos de las instantáneas fotográficas. En este cuadro, Degas no vacila en tomarse una gran libertad de composición y mostrar en primer plano un coche de caballos, con el conductor y dos pasajeras. 




El pintor exilia de este modo lo que tendría que ser el asunto principal de la pintura ( esto es, la carrera de caballos ) al fondo, de forma que una mirada distraída del espectador percibe solo un paseo grato y relajante a través de los campos, sin notar la agitación de los caballos de carreras al galope a lo lejos.





A pesar de esta particular elección de composición, con la cual la pintura parece más «espontánea», Degas trabajó intensamente sobre el color y la composición de los landós que asisten a las carreras, lo que contribuye fuertemente a acentuar este sentido de visión casual.



Durante el verano de 1869, Degas visitó a su buen amigo Paul Valpinçon en Normandía y los protagonistas son los anfitriones en su carruaje, en el momento en que el pequeño Henri, de seis meses, acaba de ser amamantado por su nodriza y se está durmiendo. Paul Valpinçon contempla el momento acompañado por su bulldog, mientras su esposa protege al pequeño de la fuerte luz del sol con su sombrilla.



El bebé es el centro de atención y las relaciones entre las miradas están perfectamente captadas. Cuando el pequeño se duerma, el carruaje girará para contemplar la carrera que se desarrolla al fondo, igual que hacen los demás espectadores a caballo o en otros carruajes. Así, Degas muestra una escena de la vida moderna, aunque de una determinada clase social, la burguesía, a la que él pertenecía. Algunos especialistas sitúan la composición en el hipódromo de Argentin, cercano a la casa de los Valpinçon.​ Los caballos se inspiran en William Turner y otros maestros ingleses, que Degas admiraba.



A pesar de que Degas fue un verdadero virtuoso en todas las técnicas artísticas, a partir de 1870 comenzó a utilizar principalmente el pastel, en el que destacó como un verdadero maestro. Esta técnica, tan de moda durante el siglo XVIII, había caído en desuso hasta que fue recuperada por los impresionistas. A Degas le abrió infinidad de nuevas posibilidades y le permitió agudizar la representación del movimiento y la fugacidad de sus escenas.
    






Bibliografía : https://www.museothyssen.org



viernes, 15 de julio de 2022

Claude Monet (1840 -1926), Operado de una cirugía de la catarata


Claude Monet (1840 -1926) en enero del año 1923, descansando en su habitación de la casa Giverny _ Francia. Operado de una cirugía de la catarata de su ojo derecho. La intervención fue realizada por el Dr. Charles Coutela;(que desde luego no es tan conocido, pero que a gracias a él el pintor pudo llegar a terminar últimos trabajos). Primero practicó una iridectomía y 3 semanas después una extracción extracapsular con aspiración de masas que se complicó, requiriendo una tercera operación para la sección de una membrana.

Uno de los pintores que crean y definen al impresionismo, movimiento al que guardará fidelidad toda su vida y que consistía básicamente en practicar una pintura sensitiva, imprecisa y luminosa, que huye de la línea y del volumen para centrarse en la apariencia que dan a las cosas el color y la luz. El pintor, muy longevo, padeció sus últimos años un déficit visual por cataratas del que son testimonio ilustrativo estas pinturas del puente japonés construido en su jardín del pueblecito de Giverny, sobre el estanque repleto de nenúfares que va a ser uno de sus motivos de inspiración principales.



El pintor tardó tiempo en percibir bien los colores y nunca aceptó operar el ojo izquierdo, pero volvió a trabajar de lleno con su gafa de afaquia entrando, según sus propias palabras, en una segunda juventud hasta su muerte. Al contrario que en la catarata, donde el cristalino opacificado dificulta la absorción de las pequeñas longitudes de onda, en la afaquia existe una discromatopsia que potencia el espectro azul produciendo una percepción azulada llamada cianopsia, como bien podemos apreciar en el último cuadro del puente japonés.



En 1912, a los 72 años, se le diagnostican las cataratas pero los oculistas aconsejan esperar a que se desarrollen completamente. Con los años la pérdida visual va impidiendo al pintor captar bien los matices, las notas de color quedan fuera de tono y los cuadros se hacen cada vez más oscuros, pero Monet continúa pintando y se adapta a su nueva situación trabajando con la luz tenue del crepúsculo para mantener cierto sentido del color.


Sus síntomas comienzan a procuparse y podemos conocerlos por una carta que escribe a su amigo Gustavo Geffroy : “Los problemas no me abandonan, ahora son mis ojos los que no funcionan. Hace tres días al ponerme a trabajar comprobé con horror que no veía nada por el ojo derecho. Lo deje todo plantado para ir a ver a un especialista que me ha confirmado que tenía una catarata en un ojo y que el otro estaba ligeramente dañado también. A pesar de que me han dicho que la cosa no es grave y que después de la operación veré como antes, estoy muy preocupado e inquieto”




Monet comenzó a sufrir cataratas. Ya para entonces había pintado muchas piezas de la serie los Nenúfares, pero fue solo a partir de 1914 cuando desarrolló el proyecto de los lienzos monumentales concebidos para una sala circular o elíptica. De estos pintó poco más de cuatro decenas.

Hemos de recordar que aquellos últimos años de Monet coincidieron con una revolución en el arte. Desde que Monet empezó a pintar la serie hasta que terminó, aparecieron el expresionismo, el fauvismo, el cubismo y la abstracción. Quizá por eso la consagración de esta serie no fue instantánea.


Hacia 1918 ya se avecinaba el fin de la guerra. Después de que se firmó el armisticio el 11 de noviembre de 1918, Monet quiso celebrarlo donando al Estado francés una selección de ocho lienzos de su serie de gran formato, concebida como un monumento a la paz. Es esa colección la que se encuentra en el Museo de la Orangerie.

La serie de los Nenúfares acompaña a Monet en las últimas tres décadas de su vida. Para entonces, ya el impresionismo había logrado un importante reconocimiento. La idea era que las piezas estuvieran dispuestas en una sala en 360º para crear un efecto de inmersión. Por ello, esta idea de Monet, llevada a término en el Museo de La Orangerie, mereció ser llamada la Capilla Sixtina del impresionismo.








Bibliografía : https://scielo.isciii.es
                     https://thecitizen.es
                     https://www.culturagenial.com


jueves, 14 de julio de 2022

La Casa Batlló, obra del arquitecto Antoni Gaudí

La Casa Batlló es obra del arquitecto Antoni Gaudí, máximo representante del modernismo catalán. Se trata de una remodelación integral de un edificio previamente existente en el solar, obra de Emilio Sala Cortés. Está situado en el número 43 del paseo de Gracia, Barcelona _ España.








La Casa Batlló es un reflejo de la plenitud artística de Gaudí: pertenece a su etapa naturalista (primera década del siglo XX), periodo en que el arquitecto perfecciona su estilo personal, inspirándose en las formas orgánicas de la naturaleza,



Antoni Gaudí i Cornet o Antonio Gaudí (1852-1926), fue un arquitecto con un sentido innato de la geometría y el volumen, así como una gran capacidad imaginativa que le permitía proyectar mentalmente la mayoría de sus obras antes de pasarlas a planos. De hecho, pocas veces realizaba planos detallados de sus obras; prefería recrearlos sobre maquetas tridimensionales, moldeando todos los detalles según los iba ideando mentalmente. En otras ocasiones, iba improvisando sobre la marcha, dando instrucciones a sus colaboradores sobre lo que debían hacer.





El interior de Casa Batlló es un prodigio del diseño. Gaudí colaboró con los mejores artesanos de la época trabajando hierro forjado, madera, vidrieras, azulejos de cerámica, ornamentos de piedra.







Recorriendo la casa, los detalles no dejan de sorprender. Las puertas de los pisos se identifican con letras de rasgos modernistas. Los vidrios de cada rellano distorsionan los azulejos del patio de luces transformándolos en bellas ondas de agua. Los pomos y pasamanos tienen formas ergonómicas… Es una obra de arte total, donde el artista lo interviene todo: diseño, color, forma, espacio y luz.





Toda esta exuberancia te desborda, pero lo más sorprendente es que siempre está supeditada a la funcionalidad. Belleza y función se unen en cada zona del edificio, desde el vestíbulo a la azotea.

Desde el vestíbulo comunitario de la planta baja, y a través de una imponente reja modernista, se accede al vestíbulo privado de la familia Batlló, primera parada de la visita. Este espacio evoca un ambiente submarino que transporta al mundo fantástico de Julio Verne, con lucernarios que parecen caparazones de tortuga, paredes abovedadas de formas sinuosas y una espectacular escalera de madera. Su pasamanos, tallado en madera noble, representa el espinazo de un gran animal que se eleva por huecos imposibles.









La Planta Noble es el corazón de la Casa, un salón único que representa la máxima expresión del modernismo y que nos explica cómo vivía la burguesía de la época.

En esta planta encontramos, primero, el despacho del sr. Batlló y una curiosa chimenea en forma de seta. Después se accede al salón principal de la Casa donde el protagonista es un ventanal de grandes dimensiones que conforma una tribuna a Paseo de Gracia ideal para ver y ser visto. Entre otros elementos, destacan las grandes puertas de roble con formas orgánicas en las que Gaudí integró vidrios de colores, así como un techo totalmente ondulado, que hace alusión a la fuerza del mar.










El patio de luces es una parte fundamental de la Casa, ya que a través de él se distribuye el aire y la luz que entran por la claraboya principal. Gaudí amplió el patio (había uno e hizo dos) con el objetivo de que la luz natural llegara a todas las habitaciones de la Casa. Además, lo revistió con azulejos de distintos tonos de azules (más intensos en la parte superior y más claros en la inferior) con el fin de
 lograr una distribución uniforme de la luz.



Siguiendo la misma lógica, las ventanas superiores son más pequeñas y conforme descendemos se van haciendo más grandes (para que entre más luz). La parte inferior de las ventanas incorpora unas rendijas de madera que pueden abrirse o cerrarse para graduar la ventilación.

En la parte central del patio de luces, Gaudí instaló el ascensor, cuya hermosa cabina original de madera continúa en funcionamiento.



Desde el comedor privado de la familia Batlló situado en la parte interior de Planta Noble, se accede a un exclusivo patio trasero, un pequeño oasis en medio de la ciudad pensado para disfrutarlo por la tarde. Este espacio destaca por su pavimento y por las jardineras recubiertas de cerámica y vidrio como gran elemento decorativo.






En la azotea, destaca lo que popularmente se conoce como el lomo del dragón, que caracteriza la fachada y que Gaudí representa con tejas de diversos colores.

Sin embargo, los auténticos protagonistas de la azotea son los cuatro conjuntos de chimeneas de formas sinuosas y policromadas, diseñadas para impedir que el aire resople de vuelta hacia adentro.

Nuevamente, belleza y funcionalidad se unen en la Casa más bella y representativa del modernismo catalán.










Bibliografía : https://www.casabatllo.es